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martes, 6 de mayo de 2014

Henri de Lubac: memorias sobre los escritos.


Cardinal de Lubac, Henri, Mémoire sur l’occasion de mes écrits. Sous la direction de Georges Chantraine sj avec la collaboration de Fabienne Clinquart. Œuvres complètes XXXIII. Les Éditions du Cerf, Paris 2006, 506 pp, 13,5 x 21 cm (Carthaginensia 47 (2007) 251-252).
Bajo la dirección de los discípulos más cercanos e importantes del P. de Lubac, du Cerf lleva a cabo la edición de las Obras Completas de este servidor de la Iglesia y teólogo excepcional. El programa completo consta de cuarenta y nueve volúmenes más uno bibliográfico, según un programa establecido por el propio autor en 1978 con motivo de la publicación en italiano de su obra completa. Los editores han respetado este programa y se han limitado a añadir lo publicado hasta la fecha de su muerte en 1991, por un lado, y los escritos de juventud, reunidos y anotados por el propio autor, y su bibliografía. Además, se ha reservado una sección para inéditos y sólo se han omitido los artículos menores.
El presente volumen está dedicado principalmente a los textos que en la obra del P. de Lubac se refieren a sus propios escritos o tienen un cariz biográfico, pero no puede ni debe ser llamado con propiedad biografía; él mismo se negó, no quiso realizar la redacción de sus memorias por sentir «una gran pena por extraer de mi pasado algunos recuerdos precisos y una pena más grande por fijarlos por escrito» (p. I). Lo que nos encontramos en esta obra es un conjunto de reflexiones al hilo de su formación intelectual y de su trabajo como profesor. Compuesta entre 1973 y 1975 en dos estancias de reposo, y concluida en 1978, la más importante de estas «biografías» es Memoria sobre la ocasión de mis escritos (3-401) en la que encontramos la obra tal cual y unos anexos, que ocupan más de la mitad de la misma, añadidos por el propio autor. Tiene el aire de familia de las Retractaciones de Agustín o de la Apología pro vita sua del Cardenal Newman, pero referido a sus escritos y no a su propia vida, que él consideraba poco importante. Junto a ésta encontramos su otra Memoria sobre mis veinte primeros años (409-462) en la que diez páginas forman la obra y el resto lo componen unas notas biográficas añadidas por el editor que explican adecuadamente las lugares y las personas conocidas por el autor y que el lector no podría situar convenientemente, con ello se trata de enmendar la carencia de referencias biográficas que de Lubac, a propósito, elude. Se añaden también dos pequeñas entrevistas que el autor concedió en 1983 con motivo de su elevación al cardenalato (463-480), y un pequeño homenaje rendido al Cardenal Lustiger en la misma fecha. El volumen concluye con una cronología de la vida del P. de Lubac que abarca de 1886 a 1916.

Creemos necesario subrayar la enorme carga teológica que tiene el título dado a la obra. Como hemos dicho, sus dos memorias no pretenden ser una biografía del autor, pero tampoco son una simple concatenación de acontecimientos reunidos al hilo de sus escritos. «La ocasión», tiene mucha importancia. Cada uno de sus escritos ha tenido una «ocasión» propia y diferenciada en su propia vida y en la vida de la Iglesia, lo que viene a remarcar la unidad profunda del pensamiento, la obra y la eclesialidad del P. de Lubac. En términos joánicos diríamos que cada escrito ha tenido «su hora», el momento propicio y adecuado de manifestarse, por tanto, cada uno tiene un valor kairológico de enorme alcance para la teología. Pretende así manifestar que la tarea del teólogo es de una enorme trascendencia: mostrar a los hombres que «en la religión católica hay una profundidad y un poder…, una plenitud… y libertad [que revelan] el verdadero secreto de la fuerza de la Iglesia» (149). Por este motivo, el teólogo, no tiene vida propia (en todo caso es Cristo quien vive en él) sino que vive por y para la Iglesia. Su vida y sus escritos están ligados a la vida y la reflexión de la Iglesia, pero también lo están a la vida y reflexión de la humanidad. Sólo hay que ver la influencia que ha tenido y tiene el Cardenal de Lubac en la teología y la filosofía, principalmente la francesa. Para muestra tomemos un botón.
Uno de sus últimos grandes escritos es La posteridad espiritual de Joaquín de Fiore, cuyo primer volumen fue publicado en 1979 y su continuación en 1981. «La ocasión» de la obra es el contexto, ya postmoderno, en el que la Iglesia debe afrontar el reto del ateísmo y, peor aún, el reto lanzado desde cierto milenarismo anticristiano inspirado erróneamente, como demuestra de Lubac, en el Abad Calabrés. Al contrario de lo que cierta historia del pensamiento afirma, la «tercera edad» o «tercer Reino», no es el Reino del Espíritu sin la Iglesia, que habría sido la guardiana del Reino del Hijo (160) y ahora prescindible. Se trata de «la obra del Espíritu Santo en la Iglesia» (464), porque es la Iglesia la que puede aportar esa salvación esperada a la humanidad. Como vemos, ésta obra del P. de Lubac viene a unir su búsqueda personal con la necesidad de la Iglesia y el pensamiento humano en un momento de transición de la modernidad a la postmodernidad en pleno postconcilio.
No es menos importante, como en las verdaderas biografías, los pasajes en los el autor relata sus contactos con personas y personalidades importantes con los que ha tenido alguna relación. En esta obra aparecen los más grandes teólogos y literatos del ámbito francófono principalmente, pero también los papas que tuvo la ocasión de tratar, como fue el caso de Juan Pablo II, al que conoció en el Concilio, en el trabajo sobre el famoso Esquema 13, la Gaudium et Spes. En 1968, el Cardenal Wojtiła le escribía lo que hoy sabemos que ha sido el motor de su pontificado: «el mal de nuestro tiempo consiste en primer lugar en una suerte de degradación, de pulverización de la unicidad fundamental de cada persona humana. Este mal es antes bien del orden metafísico que del orden moral. A esta desintegración planificada por las ideologías ateas, debemos oponer, antes que polémicas estériles, una suerte de “recapitulación” del misterio inviolable de la persona» (176), como se puede colegir, ese ha sido su ministerio como servidor de la Iglesia, expresado diez años antes de su elección papal en esta carta al P. de Lubac.
Para concluir, queremos resaltar que es una edición muy cuidada, la presentación pone al lector, en pocas líneas, ante lo esencial de la obra; el índice de nombres permite una búsqueda rápida y eficaz de los mismos, mientras que el índice general de las obras completas permite situar la obra en el gran contexto de la obra completa. En fin, creemos que era «la ocasión» de publicar estas memorias, para bien de la Iglesia y del pensamiento humano, pero también creemos que es «la ocasión» de que se aborde la publicación de las obras completas del P. de Lubac en la lengua de Cervantes.
Bernardo Pérez Andreo

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