Molac, Philippe, Douleur et transfiguration. Une lecture du cheminement spirituel de saint Grégoire de Nazianze, Les Éditions du Cerf, Paris 2006, 467 pp, 13,5 x 21,5 cm (Carthaginensia 23 (2007) 527-529).
No deja de asombrarnos la rica colección Cogitatio Fidei con títulos que dan certeramente en la diana de las reflexiones del siglo que hemos inaugurado con dolor y perplejidad. Estas publicaciones tienen el mérito añadido de resultar interesantes para la Iglesia y para el mundo a partes iguales; para aquella porque reflexiona desde su misma raíz: la fe; para este, porque trae algo de luz en los momentos oscuros del presente. La obra que tratamos lo hace de una forma rica y precisa en los dos campos. Para ello, ha partido de uno de los padres capadocios más postmodernos, si se nos permite la expresión. Hasta ahora, Gregorio Nacianceno, había sido el pariente pobre (10) de los capadocios a la hora de su utilización por el Magisterio y por los teólogos, esto se debe a que no encontramos en sus textos una voluntad sistemática o de establecer una autoridad dogmática, por el contrario, sus textos son reflexiones ad hoc, urgidas por la necesidad pastoral y con un carácter claramente didáctico. He aquí lo postmoderno, y por tanto lo más actual, de este Padre de la Iglesia: la búsqueda de respuestas concretas a situaciones precisas sin la voluntad de elevar la propia convicción a axioma filosófico para los demás.
Si el nuevo siglo no está menos necesitado del amor de Dios que los anteriores, sí lo está de más claridad en el pensamiento, de valentía en la afirmación de la bondad de la creación y de parresía en la predicación de la fe, pero sobre todo, de la afirmación de una verdadera antropología que nos dé el valor auténtico del ser humano. Estos elementos no faltan en San Gregorio Nacianceno y pueden resultar de gran provecho al quehacer teológico actual, principalmente en lo que hace a las relaciones entre los propios cristianos: al ecumenismo. Afirmar el Amor de Dios al mundo y a los hombres, la bondad de la creación puesta en función de la salvación del ser humano, y la dignidad del ser humano, imagen de la Imagen, son las tres propuestas que pueden actuar de faro para los tempestuosos tiempos postmodernos. El autor, Philippe Molac, pretende mostrar esta luz que nos viene de los tiempos en que el cristianismo se estaba construyendo como un proyecto global de sentido y fraternidad. No es banal el título elegido, porque el dolor y su transfiguración son la propuesta cristiana más arraigada en su fuente: Cristo, muerto y resucitado. Porque Cristo es el resplandor de la Verdad y la Belleza divina, pero lo es por la transfiguración del dolor, por el paso del Tabor y el Gólgota (14).
Tres partes y dieciocho capítulos conforman el conjunto del camino espritual trazado en la obra para desarrollar el pensamiento del nacianceno. Las tres partes conforman una suerte de dialéctica sistemática que falta expresamente en el padre de la Iglesia. En la primera parte intenta poner la base filosófica desde la perspectiva antropológica del santo, en la segunda se adentra en la reflexión teológica desde la perspectiva bíblica, y en la tercera se intenta la síntesis de ambas materias en su punto de unión y de preocupación: el hombre concreto, éste es el punto de partida de su interés y la causa de todas sus reflexiones, por ello su filosofía no es sino antropología y su teología es una suerte de reflexión a partir de la Escritura. En la primera parte (17-161) se enfrenta con los términos clave de la reflexión antropológica griega. No podía ser de otra manera, pero no acepta las consecuencias de esta filosofía (dualismo, pesimismo antropológico) sino que las afronta de forma dialéctica. No entiende que exista una oposición antitética entre los términos, sino una tensión dialéctica entre ellos. La tensión pneuma-sarx es el lugar de la dignidad humana; la tensión psijé-soma es el lugar donde se juega el ser del hombre. El nous no es algo advenido al hombre extrínsecamente sino el lugar de comunicación mistérica entre Dios y el hombre; la physis es la posibilidad concreta de esa comunicación. De esta manera, el hombre se entiende como eikon de Dios o, más exactamente, como imagen de la Imagen. El concepto de imagen es el que atraviesa toda la reflexión de Gregorio, ya que el ser humano ha sido creado a imagen de Dios y su vida es resplandecer esta belleza originaria centrada en la figura de Cristo. Esta dinámica de vida en Cristo es lo que Gregorio llama iluminación, concepto fundamental de su pensamiento.
La segunda parte (167-304) expone las referencias escriturísticas de Gregorio a la hora de elaborar su antropología. No es que utilice la Escritura para confirmar su antropología, en absoluto, es justo al contrario. Gregorio ha utilizado la filosofía griega para afianzar su fe y así hacerla más asequible a sus fieles. Por ello, no vamos a encontrar en él una reflexión sistemática sobre un libro concreto, o un conjunto de textos extraídos adecuadamente para corroborar una tesis. Las figuras bíblicas utilizadas son iconos del hombre para Gregorio. Así, Moisés es la figura veterotestamentaria de la antropología icónica; Isaías es el favor de la contemplación divina; Jeremías es el dolor y la incomprensión. En Abraham encuentra el arquetipo del padre, mientras que Qohelet es la medida como virtud y Job la belleza oculta del sufrimiento y el anuncio de la Pasión de Cristo como revelación de la belleza en el sufrimiento, mientras, los Salmos son la oración de la vida que prefiguran al Cristo sufriente. En los libros neotestamentarios utiliza Gregorio a San Pablo como maestro y modelo y San Juan le aporta la fusión entre la vía iluminativa y la catárquica, pero lo que realmente es el centro, el corazón y el motor de su pensamiento es Cristo transfigurado. En el relato de la Transfiguración, Gregorio lee la revelación del ser según la imagen (265), quiere mostrar que en el cuerpo glorificado, Jesús desvela el misterio del ser humano plenamente reconciliado con Dios. Los apóstoles contemplan allí en toda verdad el ser según la imagen. La economía de la Transfiguración ocupa un lugar esencial en la antropología de Gregorio.
La tercera parte (307-453) lleva a cabo la síntesis entre las posiciones filosóficas y teológicas desde la perspectiva concreta del hombre que vive como imagen de la Imagen, pero esta tercera parte se desenvuelve desde el punto más concreto posible que es la propia existencia vital de Gregorio Nacianceno: el hombre que él mejor conoce y el lugar de acceso a Dios. La vía iluminativa y la catárquica que marcan su pensamiento, son un reflejo de su propia experiencia existencial: el descubrimiento de Cristo, el bautismo, la renuncia a las riquezas como único camino para la imitación de Cristo, y el descubrimiento de la pobreza como desvelamiento de la belleza divina. Desde esta perspectiva vital, la filosofía griega se transfigura, podríamos decir, y se hace cristiana. Ahora sí que podemos afirmar que el mundo griego se hace cristiano y supera los problemas de la gnosis. La de Gregorio es una gnosis del amor de Dios al hombre y la filosofía es una infraestructura antropológica, de un lado, y un ejercicio de la medida y la virtud fundamental del cristiano, de otro. Con Gregorio, la filosofía griega deviene un instrumento para vivir en el mundo sin ser del mundo, para que el hombre sea un icono del dolor y la transfiguración. En último término, la reflexión de Gregorio, nos permite encontrar la verdad suprema del mundo y el hombre como iconos de la Trinidad, «Dios adorado como único, Luz única en tres rayos iguales» (451).
Bernardo Pérez Andreo
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