Pannenberg, Wolfhart, Théoligie
systématique ***. Traduit sous la direction de Olivier Riaudel et
Rémi Chéno, Édition du Cerf, Paris 2013, 947 pp, 13,5 x 21,5 cm .
La tercera y última parte de esta obra de Pannenberg tiene
su conclusión en la edición francesa a cargo de Olivier Riaudel, bajo cuya
dirección se ha realizado la traducción y edición por parte de Édition du Cerf.
Se trata del capítulo dedicado a la Iglesia, conclusión de toda teología
sistemática como presentación de la doctrina cristiana. Es el volumen más
extenso, casi mil páginas, constituido por una reflexión sobre el Espíritu
Santo en tanto que don escatológico que mira al cumplimiento escatológico y la
salvación de la existencia cristiana, considerada esta como experiencia
individual de salvación y gracia, pero dentro de la vivencia eclesial. Como
buen protestante, hace una fusión entre la dimensión comunitaria y la
individual de la fe, ambas dimensiones constitutivas de lo que es el núcleo de
la fe cristiana, en la perspectiva protestante. La Iglesia y los sacramentos
son presentados como signos del cumplimiento de la salvación futura, pues el
centro de esta salvación es la participación personal de cada cristiano.
Lejos queda la esperanza protestante en la extensión
universal de una libertad fundada en la fe, en un mundo marcado por el
cristianismo. Este sueño fue de corta duración y el despertar volvió a situar
la fe en su base eclesial, intentando, por supuesto, huir de la hierocracia
romana y de las desviaciones que los
protestantes denunciaron en la eclesialidad católica. A esto se une el hecho
doloroso de las divisiones dentro de la Reforma y de la excesiva pluralidad que
llevaba a una ruptura de la comunión cristiana que no podía fundarse ni en la
Escritura, ni en la fe en Cristo, ni en la propia necesidad histórica. De ahí
que el eje vertebrador de esta obra de Pannenberg sea la cuestión de la
realidad de la Iglesia, la eclesiología, junto al de la verdad de la doctrina
cristiana. En la cuestión eclesial se juega su veracidad el cristianismo, así
lo vio la Iglesia católica en el Concilio Vaticano II y así lo han visto los
protestantes tras muchas rupturas. La Iglesia, las iglesias, están llamadas a
dar testimonio del Evangelio, este testimonio debe ser vivido en la Liturgia
como expresión más nítida de su ser íntimo. La Liturgia y el testimonio
cristiano deben estar orientados al Reino, como punto de llegada y meta final
de todo el ser cristiano en el mundo, en la historia.