viernes, 1 de julio de 2011

La Prière du père Teilhard


Cardinal de Lubac, Henri, La Prière du père Teilhard de Chardin suivi de Teilhard missionnaire et apologiste. Sous la direction de George Chantraine, sj avec la collaboration de Thierry Dejond, sj. Œuvres complètes XXIV. Les Éditions du Cerf, Paris 2007, 489 pp, 13,5 x 21 cm (Cartaghinensia 24 (2008) 209-210).
Los cuatro volúmenes de que constará la parte dedicada a la obra de Teilhard de Chardin en las obras completas, indican la importancia que este autor ejerció sobre el P. de Lubac. El actual volumen recoge el intento y la orden que recibió de defender la memoria y la ortodoxia del P. Chardin después de su muerte. De Lubac, en sus propias palabras, era el más indicado para llevar a cabo esa misión. Había pasado con él los años 1921 y 1922, mantuvo una larga relación epistolar y tuvo acceso a sus pensamientos más íntimos. Los años preconciliares fueron muy difíciles para estos jesuitas y los libros más importantes de Chardin y de Lubac hubieron de esperar a que se despejara la atmósfera eclesial.
Hasta 1964 no pudo aparecer el libro que ahora nos ocupa, cuya edición es la aumentada de 1968. Podemos decir que esta obra es el compendio del modo de trabajo de Lubac. Nunca dejaba de añadir y reescribir sus textos, en un modelo de trabajo constante sobre el propio texto que no cesaba hasta haber pulido su pensamiento al máximo. En su intento de defender al P. Chardin, leía todo cuanto podía de su obra y eso le llevaba a precisar aún más su escrito, pero jamás cayó en el discipulado seguidista. De Lubac siempre fue un teólogo de altura inigualable, hasta cuando comentaba al maestro. Por eso, sus apreciaciones críticas sobre Chardin son muy valiosas. Sus cuestionamientos y precisiones toman un valor único para interpretar correctamente la obra de Chardin. Podemos decir que el propósito de defender la obra y la ortodoxia quedó cumplido con creces. Por un lado, mostrando que su pensamiento estaba enraizado en la más pura teología católica, por otro, notando los límites del mismo.
De las obras que componen el actual volumen, tres conforman la parte del león del mismo. La prière du père Teilhard de Chardin (13-173); Note sur l’apologétique teilhardienne (182-263) ; y Teilhard Missionaire et Apologiste (265-368). Estas tres obras conforman el núcleo de la apología teilhardiana y se nos muestra, en tres pasos sucesivos, ortodoxia y límites de la obra de Chardin, el método y la aplicación vital de su pensamiento. Siguiendo este esquema tripartito ponemos unos ejemplos del mismo sacados de las obras. En primer lugar su fe ortodoxa le lleva a entender a Dios como un ser personal que se compromete con la existencia del universo. Esto lo expresa bellamente cuando dice: “yo creo en la divinidad del niño de Belén” (122), el Dios hecho hombre para que los hombres podamos ir a Dios. Esta fe cristalina la extiende a toda la creación, que es “un universo de relaciones inter-personales” (201), una realidad amada-amante que permite llamar al cristianismo “religión cósmica” y permite también al hombre ser un haz de relaciones amorosas iniciadas por el amor primero del que se hizo hombre en Belén. Y por último, la aplicación vital de este pensamiento supone la concepción unitaria de lo humano, lo cristiano y lo divino, de tal suerte que no pueden ser separados y han de ser vividos como un todo: la Cosmogénesis deriva en Biogénesis y de esta nace la Noogénesis y su culmen en la Cristogénesis (341).
Lo más importante de la obra del P. de Lubac estriba en mostrar el método de exposición y análisis de la obra teilhardiana, de ahí su valía, valía que se ve aumentada con siete pequeños textos en los que encontramos una profundización en la apología de Chardin, como la Lettre á un père du Concile (369) y Teilhard et le problème du Mal (455). En estos dos pequeños textos se hace una puntualización interesante sobre uno de los aspectos excesivamente criticados a Chardin: su supuesto origenismo. En la Lettre, de Lubac indica a un padre del Concilio que todavía lo acusaba, que buscara en el Medio Divino la consideración del mal en el mundo. Allí podrá ver todo crítico que, lejos de negar la realidad del mal, la afirma, pero lo hace como un medio para reafirmar la esperanza. El excesivo optimismo, del que era acusado Chardin, tiene como intención oponerse a “todos los pesimismos ateos que proceden de los medios científicos (como Henri Poincaré) o de las corrientes filosóficas más recientes (como Sartre)” (372). Por tanto, no se trata de que Chardin se vea arrastrado por un optimismo cósmico que niegue el mal en el universo, sino que el mal no tiene la última palabra y la redención de Cristo supera con creces todo el sufrimiento que hay en el mundo. Esta posición es absolutamente ortodoxa y más coherente con el mundo de la ciencia y la filosofía del siglo XX.
También encontramos textos donde se muestra la actualidad de su pensamiento y, por tanto, vienen a ser una cierta apología, como es el caso de Teilhar de Chardin dan le contexte du renouveau (375), L’Apport de Teilhard à la connaissance de Dieu (413). El último de los textos lleva por título la pretensión más profunda del P. de Lubac: Le plus profond esprit de l’œuvre de Teilhard. Este no es otro que amar intensamente a Dios y hacerlo en su creación, y esperar la ayuda del Señor para poder amarlo intensamente y hacerlo en la Iglesia, único lugar donde el amor de Dios puede ser vivido en fidelidad y verdad. Este volumen de Henri de Lubac pretende y consigue mostrar que toda la obra de Teilhard de Chardin estaba encaminada a concluir con un texto que debía intitularse El Amor de Dios, texto no escrito sino con su propia vida. Esto mismo es lo que consigue mostrarnos de Lubac.
Como todos los volúmenes de las obras completas ya publicados, contiene un excelente aparato crítico y una completa relación de índices de nombres, materias y obras. Lo cuidado de la edición merece nuestro reconocimiento y felicitación.
Bernardo Pérez Andreo

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