miércoles, 10 de agosto de 2011

La transmisión de la fe


AA.VV., Creí, por eso hablé: retos para la transmisión de la fe. VII Jornadas de Teología, Collectanea Scientifica Compostelana 24, Instituto Teológico Compostelano, Santiago de Compostela, 2007, 396 pp, 17 x 24 cm, Carthaginensia 24 (2008) 212-214.
En las anteriores Jornadas de Teología, las VI, el Instituto Teológico Compostelano se planteó la problemática de la transmisión de la fe en tres niveles. Primero la interpelación del mundo moderno a la fe, segundo la respuesta de la fe y tercero la propia transmisión de la fe. Allí se vio que existen dificultades que se tornan oportunidades para los cristianos.
En estas Jornadas se trata de plantear los retos específicos para la transmisión de la fe, es decir, son una continuación de las anteriores. Las diecinueve ponencias están enmarcadas por la presentación y clausura del Arzobispo de Santiago, Julián Barrio. Pero queremos pararnos un momento en la aportación del director de centro organizador, Segundo L. Pérez López: La fe en diálogo con las diversas expresiones culturales (17-70). Esta ponencia es un excelente resumen de todo el libro. En ella se nos plantean los retos que la postmodernidad está planteando a la religión: individualismo, mundialización, pluralismo religioso y secularización (61). Ante esta situación hay que plantear cómo transmitir una fe inculturada y para ello es necesario proponer una catequesis adaptada a las circunstancias, como “comunicación e intercambio de experiencias de fe” (64). Para que esto sea algo más que mera transmisión de conocimientos se hace necesario el testimonio y el compromiso público de las familias cristianas. Deberemos unir fe y cultura para encontrar un mundo más humano, lejos del individualismo y el secularismo imperante.
La aportación de Rovira Belloso, Existencia cristiana y realización humana (71-87), contempla la existencia cristiana como fruto del impacto de la fe en la persona. Este impacto implica la alegría por la nueva vida, una inclinación hacia la oración personal, entendido como apertura al Amor de Dios. Esto repercute en la conducta humana llevando a la conversión y al seguimiento de Cristo. El seguimiento, por fin, lleva a la misión y a la evangelización (87). Por su parte, González de Cardedal nos regala Experiencia religiosa, creación artística y educación en la fe (89-140). Nos dice que la fe es ante todo una experiencia creadora de la divinidad, no en ella sino en nosotros (101). Esta experiencia supone un conocimiento más profundo de la realidad misma, de manera que puede ser creadora de humanidad en un sentido pleno del término. Ampliando esta significación, la propia experiencia cristiana se torna una realización institucional, es decir, una religión, que es histórica, como historia salutis; es positiva, puesto que puede ser constatada en ella unos elementos positivos como la Escritura nacida de personas reales que son su referente; es cristológica pues su referente principal es Jesús de Nazaret, el Cristo; es eclesial porque tras la resurrección quedó la comunidad que debe llevar el mensaje, una comunidad constituida en sentido vertical y descendente; y es, por fin, pneumática, ya que sin el Espíritu Santo no podría comprenderse ni la acción del Hijo ni la existencia de la misma comunidad, guiada constantemente por Él como Principio de interiorización y personalización. Llegado aquí, la transmisión de la fe debe corresponderse a estos elementos enunciados previamente. Ha de ser narrativa, el cristianismo es una religión de palabra, relato, memoria, testimonio y esperanza. Esta narración crea una traditio por la que llega hasta todos los tiempos la memoria de esperanza, pero ha de vivirse litúrgicamente. La liturgia es la encarnación de la palabra a través de los gestos y ritos, en ellos cobra aquella su máximo valor de experiencia humana. Por tanto, la transmisión ha de ser también encarnativa y personalizada. Debe hacerse carne humana en toda circunstancia y debe hacerlo de forma concreta en cada forma de humanización. Como resumen conclusivo tenemos que la transmisión de la fe, para que sea fecunda históricamente debe implicar una proporción de fe como contenido, como realización de un acto del hombre que sea fermento de vida y como oferta posible a todo hombre en cualquier circunstancia.
Creo que es importante reseñar la colaboración del delegado episcopal de Cáritas en La fe que actúa en el amor: vivir la fe desde los pobres (301-326). Los pobres no pueden ser olvidados de ningún modo a la hora de la transmisión de la fe, sobre todo si tenemos en cuenta las mismas palabras de Jesús sobre su preferencia en el Reino. En modo alguno es un tema secundario, es más, creemos que debe ser un tema prioritario. Primero los pobres y su justicia, lo demás vendrá por añadidura. Antonio Bravo también se plantea la necesidad de esta cuestión y responde positivamente. En un mundo globalizado donde las mayorías son pobres, el afán de riqueza de algunos debe hacernos pensar. El camino propio del Reino es el de las Bienaventuranzas y este camino “están destinados a recorrerlo ricos y pobres, sabios e ignorantes, fuertes y débiles, hombres y mujeres. Cierto, la posición de pobres y ricos es asimétrica con relación al Evangelio, pero han de converger en el centro que los une y edifica para la vida, Jesucristo” (303). El camino a seguir es Cristo pobre, en él se unen la fe y el amor, de modo que seguir a Cristo es compartir la suerte de los pobres, ver la historia con sus ojos, porque ellos son un lugar teológico insustituible. Desde ellos, en tanto que sujetos y actores de la historia, es posible construir un mundo más humano y más cercano a la voluntad de Cristo. Un mundo donde los grandes no impongan su voluntad a los débiles y donde los hombres sean hermanos y servidores unos de otros. Por ello, “la vivencia de la fe que actúa en el amor es inseparable del camino de los pobres” (326). La fe alcanza en ese camino su culmen, vivir la fe desde los pobres es seguir a Cristo y es el modo más cercano a su voluntad de transmitir la fe hoy y siempre, porque si alguien quiere seguir a Cristo debe negarse y cargar con su cruz.
De entre el resto de las ponencias, el mayor número están relacionadas con el arte y los medios de comunicación. Cinco de ellas sobre el arte sacro, los medios audiovisuales, el cine y los medios de comunicación. Otras tantas sobre la relación con la cultura y la imagen. El resto abordan la transmisión de la fe desde la experiencia religiosa o la catequesis. En conjunto se trata de un volumen variado e interesante, con intensidad en algunos artículos y amenidad en otros, un buen comienzo para la transmisión de la fe en una época de dificultades pero llena de oportunidades para la fe cristiana.
Bernardo Pérez Andreo

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