Maldamé, Jean-Michel, Création
par évolution. Science, philosophie et théologie. Éditions du Cerf, Paris
2011, 277 pp, 13,5 x 21,5 cm ( Carthaginensia 53 (2012) 228-230) .
Con teólogos como Maldamé en la Academia Pontifica
de las Ciencias, con su preparación teológica, especialmente bíblica, su
preparación filosófica, específicamente en la del siglo XX, y su formación
científica, particularmente la geología y la biología, tenemos asegurado un
buen diálogo entre la fe cristiana y el mundo de la Ciencia. Ya quedaron
atrás los siglos en los que ni la religión ni la ciencia sabían mantener su
ámbito de estudio; aquellos tiempos en los que o bien se producía un choque
frontal donde una de las dos vencía por eliminación del rival, o bien se daban
la espalda sin querer saber nada la una
de la otra. Ha sido el difícil siglo XX el que nos ha enseñado a dialogar,
tanto a unos como a otros. Bien es cierto que aún quedan extremos que limar por
ambas partes. Aún tenemos fundamentalistas en el cristianismo, también en la Iglesia católica; pero los
dogmáticos cientifistas no les van a la zaga a sus antagonistas creyentes. Sin
embargo, la fuerza del ser de las cosas, unida a la búsqueda de la inteligencia
de la fe, nos ha puesto ante el umbral de un nuevo paradigma en el campo de las
relaciones entre Ciencia y Religión, Teología y Filosofía, Pensamiento y Fe.
Hemos llegado, por fin, al punto donde solo nos separa la vivencia, no las
ideas, y esto es fácilmente superable. Las iniciativas llevadas a cabo por el
Papa, de unir en diálogo a científicos que se dicen ateos y a científicos
creyentes, teólogos y filósofos, van dando sus frutos. Al final, si Dios
quiere, no nos separará más la historia y sus rencillas; este libro es un buen
barco para llegar a ese puerto.
Jean-Michel Maldamé nos ha regalado una obra de profunda
madurez. Tras sus dos anteriores obras sobre el tema, Science et foi enquête d'unité (Cerf 2003) y Création et Providence: Bible, science et philosophie (Cerf 2006),
nos encontramos ante la síntesis entre la visión cristiana del mundo y la
posición científica sobre él. Para muchos todavía puede ser un escándalo unir
dos conceptos como Creación y Evolución, sea para los fundamentalistas de un
lado o del otro. Para unos, el concepto de Evolución es la quintaesencia de la
libertad del hombre frente al oscurantismo religioso y no puede ser utilizado
por los creyentes más que para su conversión a la verdadera fe; para otros, la Creación es un hecho
científico irrefutable que nada ni nadie puede contradecir. Unos y otros se
equivocan y la lectura pausada de esta obra les hará ver cómo son dos conceptos
complementarios. Así lo indica el propio autor al inicio. Por un lado, el
creacionismo es un contrasentido respecto a la noción de Creación; por otro, la Evolución en nada se
opone a la fe en Dios creador y continuamente activo en el proceso de la vida
(11). Para llegar a esta visión sintética de la complementariedad de ambos
campos de reflexión, el autor nos propone cuatro partes y doce capítulos. Ya el
número elegido es indicativo simbólicamente de lo que se pretende. Las cuatro
partes están perfectamente delimitadas, pero veamos esto por partes.
La primera de las partes del libro lleva como título La vida en su grandeza (grandeza no expresa el sentido preciso
de grandeur), y lo constituyen tres
capítulos referentes a la teoría de la evolución, el lugar del hombre en la
naturaleza y es estatuto del conocimiento científico. La teoría de la evolución
es una explicación válida de los hechos del mundo, siempre y cuando tenga en
cuenta los límites del conocimiento humano y que este es holístico, de ahí que
la fe, la experiencia creyente, pueda también pretender decir una palabra, por
medio de una filosofía de la naturaleza y de las impresiones de la Biblia sobre la maravilla
de la Creación ,
sobre lo que podemos percibir como un mundo ordenado para la vida y
específicamente para la vida del ser humano. Tres grados ha ascendido Maldamé
con este primer capítulo: la explicación del cómo de la existencia de la vida,
la aparición del hombre y su lugar en ella y el estatuto epistemológico del
conocimiento de la naturaleza por parte del hombre. Subidos estos peldaños
podemos acceder al siguiente estrato: Biblia
y ciencia de la naturaleza, tema de la segunda parte. Aquí, en dos
capítulos, La lectura de las Escrituras y
el sentido literal de la Biblia
y El creacionismo, se adentra en
la perspectiva creyente sobre la
Creación y las posibles interpretaciones que de ahí emanan.
El problema está en que Ciencia y Fe consideran la misma realidad, pero lo
hacen desde perspectivas distintas, cuando esto último no se tiene presente
llegan los fundamentalismos. La mirada creyente confiesa un Dios creador dentro
de las leyes naturales, no por encima de ellas, de ahí que los creacionistas,
en su mayoría, falsifiquen la intención
de los escritores bíblicos (99) y caigan en errores teológicos,
confundiendo al Creador con lo creado.
La tercera parte, tercer escalón que subimos, es
consecuencia de la anterior: Teología
natural. Se trata de hacer un recorrido por la teología natural desde los
antiguos hasta Darwin y desde éste a la actualidad, poniendo el acento en los
pasos que nos permitan hacer una crítica a la corriente del Diseño Inteligente.
El autor distingue entre Creacionismo y Diseño Inteligente, siendo ambas
posturas semejantes en la propuesta objetiva, se diferencia en el objeto del
que parten. El primero pone la autoridad en un texto marcado con el sello de lo
absoluto, mientras el segundo pone su mirada en el espectáculo del mundo para
encontrar ahí la presencia del Absoluto, aunque ambos son complementarios. En
todo caso, ambos yerran el tiro cuando apuntan con método teológico hacia un
objeto científico. Como dice el mismo Darwin, y esto hay que aplicarlo a
científicos y creyentes “el misterio del comienzo de todas las cosas es
insondable para nosotros” (132). El movimiento del Diseño Inteligente nos
propone un dios tapa-agujeros que se
ha retirado después de crear, pero se ha guardado la posibilidad de intervenir
para arreglar algún error o corregir algún defecto. Se trata de un dios poco serio
y contra este dios, no contra el que de verdad propone la fe cristiana, van los
ataques de los científicos ateos. De la misma manera que una teoría científica
no es un catálogo de recetas, la fe viva es una relación con el Dios vivo que
todo lo llena. Con esto accedemos al último peldaño, a la cuarta parte: La acción de Dios en la evolución.
Cuatro capítulos desgranan el pensamiento sintético del autor respecto al tema
tratado: Noción teológica de creación, la
finalidad de la evolución, el azar y el diseño de Dios y la acción especial para la humanidad.
Como se puede colegir, son cuatro pasos sucesivos que nos conducen a una visión
muy distinta de la creación y la evolución, tanto para los científicos como
para los creyentes, sin salirse ni un ápice de la Tradición cristiana y
sin contravenir la metodología científica. Frente a los apologetas del
creacionismo y el Diseño Inteligente, el punto de partida de Maldamé es la
grandeza de la naturaleza, no los elementos inexplicados, sino aquello que nos
maravilla. La complejidad de lo creado, la existencia de la vida y
específicamente la humana, todo esto nos habla de un Universo que es expresión
de una grandiosidad mayor, pero que se expresa por medio de un proceso lento y
progresivo, la evolución. Hay un dinamismo, una fuerza que mueve el proceso de
la vida, que impregna todo en el Universo, hasta llegar al ser humano, cuyo
esencia puede ser expresada como un acontecimiento del alma, y que los
cristianos definimos como recapitulación y cumplimiento. El ser humano no es
solo la suma de todos los vivientes previos, es la recapitulación de una
historia, la historia de salvación, que expresa el amor que fluye en la
naturaleza. El Dios de la experiencia cristiana no es ni el del deísmo ni el
del teísmo; esos dos pueden ser negados por el ateísmo. El Dios cristiano es el
dinamismo del amor del Padre, el Hijo y el Espíritu que se da a sí mismo para
que lo otro sea en Dios. Nosotros vemos a Dios en la presencia fundadora del
dinamismo de la vida, de ahí la unidad entre creación y evolución.
Sería completa nuestra alegría, tras leer este magnífico
libro, que alguna editorial española lo incluyera pronto en su catálogo. Es
necesario que esto llegue a los centros de estudio en la lengua que los alumnos
mejor conocen para que pueda ser un magnífico manual en nuestros centros.
Bernardo Pérez Andreo
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