Przywara, Erich, Leçons sur
Dieu, Introducion, traduction et annotation par Philibert Secretan, Éditions du Cerf, Paris 2011, 192 pp, 13,5
x 21,5 cm ( Carthaginensia 53 (2012) 231-232).
La labor que Philiber Secretan y la editorial Cerf están
haciendo de recuperar textos que por su antigüedad y temática han quedado en el
olvido, pero que, por una de esas circunstancias de la historia, ahora más que
nunca pasan a estar de actualidad, viene resultando ya impagable. Hemos
recensionado en Carthaginensia varios
volúmenes de filósofos y pensadores que en los primeros decenios del siglo XX
fueron capaces de poner el pensamiento cristiano a la altura de las
circunstancias difíciles por las que pasaba la humanidad y de los eminentes
pensadores que dieron aquellos tiempos recios en lo moral. Esta obra que
presentamos nos propone recoger el legado de uno de esos pensadores cristianos
hijos de su tiempo y de la Iglesia que supieron fusionar en su vida la fe y la
experiencia humana. Przywara era hijo de familia de comerciantes silesios y
funcionarios prusianos. Aquella Silesia, mosaico a la vez étnico y religioso,
va a conformar el carácter del futuro jesuita que no se dejará encerrar en una
cultura de geto, donde el catolicismo estuviera encerrado como en una urna de
cristal, sin contacto con el mundo, y abrirse a la visión del mundo de la
época, al espíritu de los tiempos. Con esta perspectiva se enfrentará a los
grandes pensadores buscando en ellos las relaciones objetivas que allí había.
Se dedicará a liberar de Agustín, los místicos alemanes, los románticos,
Nietzsche, Scheler, Newman, aquellos “ritmos internos”, les llama él, que dan
el espíritu objetivo de su pensamiento y que son válidos para cualquier hombre.
Su obra es intensa y extensa, dejando a su muerte, en 1972, un número
importante de inéditos que ahora se pretende dar a la luz de estos tiempos tan
ayunos de un pensamiento profundo.
Con su obra maestra, Analogia entis, Przywara
llegará a influir en pensadores de la talla de Urs von Balthasar, Edith Stein o
Kart Barth, y mostrará otra forma de entender la analogía dentro de la
perspectiva cristiana. Su búsqueda versa sobre “una filosofía de la polaridad
dinámica entre una filosofía de la inversión constante de un polo a otro y otra
del medio estático”. Esta búsqueda, que hace fluir lo estático y da estabilidad
a lo dinámico, encuentra su solución en el ritmo de un movimiento fluctuante.
La analogía, que es válida tanto para la filosofía como para la teología,
permite poner en relación bidireccional al creador y a la criatura, en un
movimiento descendente y ascendente, de dentro a fuera y de fuera a dentro, en
fin, resuelve sin confundir la polaridad entre inmanencia y trascendencia. Y
esta es, precisamente, la temática del volumen que tan bellamente ha editado
Secretan.
El libro está introducido por un trabajo que Secretan ya
había traducido y publicado hace una década: Metafísica, religión, analogía. Es un opúsculo donde se propone la
validez de la analogía, tanto el campo de la filosofía como en el de la
metafísica, como el medio, el balance exacto que permite la relación sin caer
en la pérdida de uno de los elementos. Después del opúsculo se añaden las cinco
conferencias sobre Dios que el jesuita impartió en la universidad de Leipzig
entre el 4 y el 8 de febrero de 1922. En ellas pone en práctica su visión de la
analogía respecto a Dios en relación con la problemática esencial: ¿está Dios
en la criatura o por encima de ella? Curiosamente, esta pregunta nos retrotrae
al problema de la modernidad: el cogito como dios que sustituye al deus absconditus del final de la Edad
Media. Por eso, la analogía nos remite al Dios en nosotros y más allá de
nosotros sin entrar en contradicción y afirmando ambos elementos. Este es el
Dios que viene a la Idea, que dirá Lévinas y el Dios de la Historia, aunque más
allá de la una y la otra, pues no puede confundirse el Creador con nada creado
por él. En fin, Dios está en el alma de la persona, pero estando en la
comunidad de los creyentes. No puede separarse tampoco esta relación dinámica.
La expresión acabada y viva de esta relación analógica entre Dios y la
humanidad se vive y expresa en el misterio de la Santa Misa, donde la
Inmanencia de Dios se hace visible en el pan y el vino, pero igualmente la
Trascendencia de Dios, tanto y tan bien que esta inmanencia no es sino la
expresión terrible de su invisibilidad y de su incomprensibilidad.
La segunda parte de esta obra está dedicada a tres textos
bajo el epígrafe de Dios, Metafísica y
Estética. El tema central de estos tres textos es la Belleza, no la
analogía, pero, de alguna manera vuelve a su amor de juventud, la música, y su
capacidad para poner en relación al hombre con el mundo y Dios, de ahí su
relación analógica. Los títulos de los textos nos indican el camino que sigue
el autor. Imagen, parábola, símbolo,
mito, misterio, logos (1956), el primero; Belleza, sagrado, cristiano (1957), el segundo; y el tercero, Tiempo, espacio, eternidad (1959). Al
final se cumple la palabra de Pablo: Dios se constituye como panta en pasin, el tiempo no es el
cronos sino el kairos de de la
Inmanencia divina. El devenir es un encuentro de la Trascendencia que viene al
hombre por medio de las mediaciones naturales y de la comunidad. La analogia
entis es la que nos permite llegar a comprender este Magnum mysterium, comprender a Dios que
se encuentra con la criatura.
Bernardo Pérez Andreo
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