Martínez Hernández, Mª Carmen, “Caritas
in veritate” y el compromiso por el trabajo y el desarrollo humano. Diputación
de Córdoba, Córdoba 2011, 215 pp, 14 x 24 cm (Carthaginensia 56 (2013) 470-471).
Como es sabido, la primera y única encíclica social del
pontificado de Benedicto XVI, nace para conmemorar una de las encíclicas
sociales más importantes, Populorum
progressio de 1967. Aquella encíclica fue un hito por poner el desarrollo
integral humano como clave para la comprensión de la realidad social y
económica de la humanidad. Si la economía se justifica es porque es capaz de
producir desarrollo de los hombres y desarrollo del hombre, de todos los
hombres y de todo el hombre. Al cumplirse los cuarenta años de su publicación,
imitando así el gesto de Quadragessimo
anno con Rerum novarum, el Papa
quería tener la oportunidad de poner al día aquel magnífico pensamiento
incluyendo cuestiones que entonces apenas apuntaban y que hoy son de candente
actualidad: la ecología, la superpoblación, el desarrollo biogenético, etc.
Pero resultó que estalló la mayor crisis del capitalismo desde 1929 en 2007 y
la encíclica hubo de ser pospuesta. Quizás por no esperar más, se publicó en
2009, en medio de la más grave de las crisis económica, social y humana que se
recuerda en Occidente.
La obra de Martínez Hernández intenta recuperar esa valía
que sin duda tiene la encíclica: plantear una crítica profunda mediante una
visión conjunta del modelo de desarrollo dominante para corregirlo de forma
concertada y a largo plazo. Según ella misma indica, el documento pontificio
recoge la postura del Papa ante la crisis, sus repercusiones sobre los más
desfavorecidos del planeta y ratifica el compromiso con quienes padecen los
efectos de la crisis.
La obra se centra en el estudio de Caritas in veritate desde la dimensión del desarrollo humano
integral. Por eso realiza una introducción a la lectura de la encíclica desde
sus mismos presupuestos y desde el compromiso de la Iglesia con la situación de
los hombres de hoy. El motor de la reflexión es la búsqueda de la verdad en el
amor, porque la verdad sin amor, es decir, sin la concreción en el día a día, o
el amor sin la verdad, sin las bases que dan sustento a un proyecto humano de
largo plazo, dejarían al hombre abandonado a los proyectos distópicos que lo
han atrapado a lo largo del cruento siglo XX. La propuesta que enmarca las
relaciones sociales es la civilización del amor, imagen del proyecto trinitario
para el mundo. Dios se da a los hombres por medio de su Hijo y en Él reciben la
salvación plena. La encarnación es la concreción más visible de ese proyecto de
amor de Dios para los hombres.
Sin embargo, llevar a la práctica el proyecto de amor
trinitario implica que la sociedad se organice de una determinada manera, con
unos criterios claros: la justicia y el bien común como principios rectores que
dirijan la sociedad desde una economía solidaria, donde cada cual realice
aquello que deba y reciba aquello que necesite. De aquí nacerá el verdadero
desarrollo integral de la humanidad, de la aplicación de estos principios.
La encíclica pone en primer plano el problema del trabajo y
su distribución, junto con una nueva visión de la empresa. El Papa denuncia la
falta de respeto a los derechos de los trabajadores y sus consecuencias
inmediatas, como el riesgo de desprotección social y la crisis demográfica,
pues la crisis económica ha generado la destrucción de derechos obtenidos
durante largo tiempo, derechos que aseguraban que las personas estuvieran
protegidas, tanto en su vida presente como en el proyecto de crear una familia
y generar nueva vida. Cuando los derechos no se respetan, se producen
situaciones que claman al cielo. El empobrecimiento de los trabajadores
mediante el desempleo o el subempleo, devalúan el derecho a un sueldo digno y a
la seguridad tanto del trabajador como de su familia.
Por otro lado, el mismo concepto de empresa debe ser
modificado para ir hacia una concepción que la supedite al bien común. La
empresa no es un lugar para obtener beneficios, sino para generar riqueza
social. El empresario, atento al bien común, debe entender su actividad dentro
de un proyecto mayor de servicio social, lo que contribuirá a crear las
condiciones para que sea un lugar
humano. Hay que romper la división tradicional entre empresas que producen
beneficio y las empresas sin ánimo de lucro. Todas las empresas deben tener
como objetivo la producción de un bien social y dejar el beneficio como un mero
instrumento para obtener el verdadero objetivo.
Los graves problemas de la crisis actual deben ser
insertados dentro de un marco de crisis moral, según el Papa, que explica los
males desde perspectivas más amplias. El Papa denuncia la cultura económica y
empresarial dominante y propone un cambio de mentalidad, de corazón, una
conversión personal de empresarios y trabajadores. Esa cultura imperante es la
que ha eliminado la esperanza cristiana, y de ahí la caída en una crisis de
tales dimensiones. Caritas in veritate
aporta, en medio de un mundo desesperanzado, carente de caridad y de justicia,
la esperanza de que la humanidad puede progresar por medio de una comprensión
integral del hombre y sometiendo la economía al orden de la gracia, es decir, a
la justicia y el bien común.
Bernardo Pérez Andreo
No hay comentarios:
Publicar un comentario