Lucas Lucas, Ramón, Absoluto
relativo. Presupuestos antropológicos del mensaje revelado, B.A.C., Madrid
2011, 145 pp, 13,5 x 20,5 cm (Carthaginensia 55 (2013) 266-268).
Estamos ante una obra cuyo principal mérito es la claridad
expositiva, claridad que es deudora de formas de exponer y enseñar que
pertenecen a las más acendrada tradición de la teología. El profesor Ramón
Lucas atesora una gran experiencia docente en la Universidad Gregoriana,
experiencia que se traduce en una sutiliza pedagógica que muestra en todas sus
obras; en esta de forma especial. El tema tratado, los presupuestos
antropológicos del mensaje revelado, le permite partir de lo más cercano al
hombre para abrirse a las esferas más altas de la especulación, sin perder
nunca de vista el suelo de la
condición humana. El hombre, absoluto relativo, está determinado por su
naturaleza, una naturaleza abierta al misterio, pero abierta en tanto que está
habitada por ese mismo misterio.
La obra está construida en tres partes y diez capítulos.
Cada parte está introducida por un resumen que explica de forma completa el
tratado que en ella se incluye. Así, la primera parte nos expone que la
naturaleza humana es universal e inmutable en sus contenidos esenciales: todos
los seres humanos pertenecen a la misma especie, forman la humanidad, poseen
igual dignidad y derechos fundamentales y están llamados a la salvación. Para
desarrollar esto, el autor estable tres grados sucesivos en tres capítulos. 1.
El mensaje revelado se dirige a todos los hombres. 2. El mensaje revelado se
dirige a todo el hombre en unidad de cuerpo y espíritu, y 3. La naturaleza
humana es normativa para la vida de la persona: la ley moral natural, universal
e inmutable y la situación concreta de la persona. Así, en esta primera parte
se sostiene que la existencia de una naturaleza humana universal, inmutable y
normativa de los actos humanos es presupuesto de la Revelación de Dios en el
hombre, pero no como algo extrínseco, sino como un elemento interior a la
propia constitución humana. El mensaje cristiano se propone como un diálogo
personal y único de cada hombre con Dios. Este diálogo solo es posible porque
en cada ser humano hay algo que lo une a los demás hombres, la naturaleza
humana, y que le permite tanto entrar en relación con ellos como con aquel que
es responsable de esta misma naturaleza, Dios. Por tanto, la naturaleza humana
es ser persona, persona humana, lo que nos lleva a la propuesta central del
autor: el hombre, como ser personal, ha sido creado por Dios para entrar en
relación con los demás y con Dios mismos. En esta relación se constituye a sí
mismo y encuentra los fundamentos de su acción con los demás seres humanos. De
ahí que la ética deba fundarse en aquella naturaleza que Dios ha dado al
hombre.
Esto nos lleva a la segunda parte de la obra, donde se analiza
la persona humana como singular, individual e irrepetible, sujeta a múltiples
cambios, con derechos y deberes individuales, y que tiene que dar una respuesta
personal a la llamada a la salvación. Esto implica una reflexión conjunta entre
filosofía y teología, reflexión que contará con cinco pasos expuestos en los
cinco capítulos de esta segunda parte. El capítulo cuarto profundiza en el
concepto de persona empleado en Calcedonia y en la experiencia común que todos
tenemos de lo que es una persona. En el capítulo quinto se establece la
distinción y la conexión entre persona y naturaleza, dejando para el capítulo
sexto la profundizaición en el constitutivo formal de la ontología personal, la
relación esencial del ser personal. El capítulo séptimo analiza la
individualidad e irrepetibilidad de la persona, especialmente en la definición
boeciana de rationalis naturae individua
substantia. El capítulo octavo versa sobre el valor absoluto de la persona
humana, su dignidad de sujeto y su valor de fin.
La tercera parte aborda el problema fundamental de la
búsqueda del sentido y el problema del discernimiento y lo hace en dos
capítulos diferentes, el noveno para abordar el tema del hombre como buscador
de verdad y sentido y el décimo y último como la propuesta del discernimiento
crítico del Magisterio de la Iglesia y las antropologías no compatibles con la
fe. En esta última parte sobresalen las cuatro cuestiones que quedan abiertas y
que hay que tener presentes a la hora de realizar una propuesta cristiana ante
la necesidad del hombre de hoy de encontrar sentido y hacerlo desde la
perspectiva cristiana. La primera de las cuestiones es la antropológica, la
epistemológica es la segunda, la ética la tercera y la cuestión del sentido
última la final. Estas cuestiones deben ser abordadas a la hora de presentar la
propia fe en el ámbito universitario, en el ámbito de la gente de ciencia y del
saber, de modo que se les hable en su lenguaje. Por eso, todo docente debe
preguntarse ¿qué imagen de hombre subyace en lo que enseño, qué tipo de hombre
se construye con esos saberes que estoy transmitiendo? Además, debo plantearme
¿es plenamente verdad esto que enseño, cuáles son los elementos de
verificación, y sus límites? Por último, ¿cuál es el fin último de todo lo que
enseño?
Estas cuestiones permiten hacer una metarreflexión sobre lo
que se enseña y cómo se hace. De esta manera, en el mismo proceso de indagación
sobre la naturaleza humana como presupuesto para la Revelación de Dios,
introducimos el propio procedimiento docente como un elemento más a tener en
cuenta, de modo que la labor universitaria no está al margen de la búsqueda de
sentido que se propugna para el hombre en medio de un mundo necesitado,
también, de salvación.
Bernardo Pérez Andreo
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