viernes, 13 de septiembre de 2013

La escuela de Tubinga


Seckler, Max (éd.), Aux origines de l’école catholique de Tübingen. Johann Sebastian Drey. Brève introduction à l’étude de la théologie (1819), Les Éditions du Cerf, Paris 2007, 398 pp, 14,5 x 23,5 cm (Carthaginensia 48 (2008) 476-477).
No debe extrañarnos que se publiquen en estos pródromos seculares multitud de obras que quieren recuperar los usos y costumbres teológicos de momentos pretéritos considerados como alumbradores de tiempos mejores. Es un deseo natural en el ser humano encontrar sentido a su existencia, también en sede teológica. El presente volumen se retrotrae a uno de esos momentos de parto de la teología, el nacimiento de la famosa escuela de Tubinga que tantos nombres diera a la teología, la filosofía, la poesía. Aquel seminario vio tres figuras que compartieron ilusiones y desengaños y vivificaron el ambiente pétreo de la Alemania postnapoleónica: Hölderlin, Hegel y Schelling. Estos tres genios, teólogos frustrados de profesión, compartieron las mismas aulas y estancias que Drey o Möhler y bebieron de las mismas inquietudes históricas: la necesidad de dar soporte seguro a un mundo que llevaba demasiados decenios de revolución.

La figura del discípulo, Johann Adam Möhler, eclipsó durante muchos años a la del maestro, Johann Sebastian Drey, esta cuidada edición intenta recuperar la importancia del que fue el iniciador de esta escuela teológica que tan feraces frutos ha dado a lo largo de los últimos dos siglos, sea directa o indirectamente. Sería erróneo crearnos la imagen romántica de un grupo de discípulos reunidos a los pies del maestro y siguiendo sus enseñanzas cual oráculo divino, rien de tel. La famosa escuela es más un aire de pensamiento y un impulso de reflexión, en el que se encuentran tres características esenciales que sí unifican a los distintos teólogos que se han afiliado a este nombre. En primer lugar hay que resaltar la contemporaneidad crítica, es decir, la asunción del tiempo en que se vive de forma madura y crítica; en segundo lugar su fidelidad eclesial, siendo conscientes de que el teólogo católico no puede dar frutos si es arrancado de la vid eclesial; en tercer lugar, la referencia constante a la práctica. Esta última es una característica paradójica porque esta escuela es altamente especulativa (23) al tener que hacer frente a los grandes filósofos idealistas de la época: Hegel y Schelling. Por ello, la valía de esta escuela es paradigmática en los tiempos actuales; nos encontramos hoy en el corazón de una crisis semejante a la que hubieron de afrontar los teólogos tubingueses en los inicios del siglo XIX.
La excusa pretextada para la presentación de este rico volumen ha sido la publicación francesa de la obra inicial de la escuela de Tubinga y de la teología en clave moderna: Breve introducción al estudio de la teología, de Drey. Como hoy se sabe, las ideas maestra de Möhler, se encuentran en él de manera nuclear, precisamente en esta obra. Sólo necesitamos ver la estructura de la obra para percatarnos de que estamos ante una teología moderna en la que se superan las formas de presentar la teología hasta entonces. La obra consta de dos Partes principales, la primera es una introducción de tipo propedéutico que se subdivide en tres secciones. En la primera sección se aborda de forma consecutiva e histórica la religión, la revelación y el cristianismo. Esto permite entrar de lleno en la teología y en la teología cristiana en particular (segunda sección). La tercera sección aborda las condiciones del estudio de la teología como ciencia positiva. Esta primera parte principal nos ha dejado, especulativamente hablando, al inicio de la segunda parte principal, cuyo desarrolló es enciclopédico, es decir, es una presentación enciclopédica de las partes principales del estudio de la teología. Se divide en tres apartados. El primero es una propedéutica histórica, donde se aborda el estudio de la Biblia desde la exégesis, la crítica, la filología y la hermenéutica, para concluir con el estudio histórico del cristianismo y de la Iglesia. El segundo apartado es la teología científica, en él se estudia la teología como una ciencia especial con su sistema conceptual propio. El último apartado llega hasta el estudio de la teología práctica, donde se estudia el gobierno, administración y ministerio en la Iglesia. En este sucinto resumen vemos lo más esencial de esta obra: su estructura. Cualquiera que hay leído la Fenomenología del Espíritu o La Enciclopedia de las ciencias filosóficas verá la similitud estructural. Es un idealismo en su organización pero llega a la práctica concreta de la vida de la Iglesia. Por ello, se puede decir que supera el idealismo hegeliano, de un lado, pero también, de otro, supera las exposiciones tardomedievales de la teología en boga. Aquí radica su máximo valor: es fiel a la tradición y fiel a los tiempos en los que vive, con ello consigue que el cristianismo no se apolillara en las rancias expresiones teológicas.
Si no fuera suficiente con la obra de Drey, el volumen añade un valor mayor con los textos que rodean y explican la obra. El mayor en número de paginas (100) es el del propio editor. Hace una exposición explicativa de la obra en su contexto histórico, filosófico, teológico y espiritual que repercute positivamente en la comprensión de un texto con doscientos años de antigüedad. Además añade unos anexos con valiosos testimonios de la recepción de la escuela de Tubinga en Francia, por teólogos de la talla de Chenu o Congar. Junto a esto, hay que subrayar dos contribuciones magisteriales de enorme valía, de dos de los cardenales-teólogos más importantes de la Iglesia. El cardenal Ratzinger, hoy Benedicto XVI, hace una estimación de la actualidad de la obra de Drey, quedándose con el valor perenne de su exégesis bíblica. Por otro lado, el cardenal Kasper aporta dos colaboraciones. La primera, más breve, hace una mirada a la escuela católica de Tubinga; la segunda, se centra en lo más fundamental de la obra de Drey: la esencia del cristianismo, tema de la máxima actualidad, sobre todo si tenemos en cuenta que, según el cardenal Kasper, estamos en un situación similar a la que tuvieron que enfrentar los teólogos de Tubinga, es decir ante «una crisis de una forma histórica concreta de la Iglesia». Por ello, se trata «de saber si se encontrará de nuevo hoy teólogos que tengan el coraje de pensar por ellos mismos y que estén, al mismo tiempo, profundamente enraizados en la Iglesia y en su tradición, y que estén igualmente abiertos a los signos de los tiempos» (23). Si tal sucediera, no tendríamos problemas para superar esta crisis de crecimiento, tal como se superó la de los siglos precedentes.

Bernardo Pérez Andreo

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