Pérez Carnero, Celso, Moral y política en Quevedo, Ediciones Monte Casino, Zamora 2007, 523 pp,
16,5 x 24 cm (Carthaginensia 49 (2009) 228-229).
Nos encontramos ante un voluminoso esfuerzo por rescatar una
de las aportaciones al pensamiento político español y cristiano como es el caso
de la Política de Dios. Gobierno de
Cristo, de Francisco Quevedo. Esta tarea era merecedora de una tesis
doctoral como esta, donde se redime una tradición de pensamiento que dio
feraces frutos otrora, pero que fue relegada al rincón de la historia por la
fuerza dialéctica de Maquiavelo, Hobbes, Spinosa, Hegel o Marx. Esta tradición
no es otra que la ético-política hispana de origen medieval. En este caso,
retomada por el insigne escritor del barroco español. Ningún otro podía
realizar una labor de este tipo en el centro mismo del imperio de la época, el
español, y cristiano según se decía a sí mismo. La crítica había de ser
política, pero en la tradición moral medieval, de ahí que el esfuerzo sea una
verdadera puesta en cuestión de los pensamientos meramente políticos de los
autores políticos europeos. Pero la Política
de Quevedo no se reduce a un tratado político, su finalidad es más práctica, locus communis del barroco. Su interés
se centra en la situación concreta de la política interior hispana. En
concreto, los reinados de Felipe III y Felipe IV en cuyo ejercicio abandonan la
soberanía que les es propia, única e indivisible, y la transfieren a los
Validos –Lerma, Uceda, Zúñiga, Olivares– suplantando así el mandato regio de
origen divino. El tema nuclear es que el Rey debe asumir absolutamente el
cuidado político-cristiano. Es el Rey el que ha recibido la soberanía de manos
de Dios, no los Validos. Los males que el imperio sufre se deben, precisamente,
a haber abandonado este firme punto de la moral y la política medieval. Por
eso, el desarrollo del argumento se hace a modo de “comentario y sermón”.
Comentario porque cada capítulo se inicia con una cita evangélica que se
comenta extensamente; y sermón porque el tono es el de la admonición y la
solicitud a la vuelta de los planteamientos morales. De esta manera, el
moralista cumple su misión haciendo crítica ético-política.
La obra analizada de Quevedo puede ser útil para reanudar
una necesaria unión entre los contrarios, entre el laicismo y el cristianismo
español. El pensamiento en España no puede renunciar a su tradición más
acendrada y a la vez lucrativa, pues la moral, siendo principio y fin de las
relaciones sociales, atraerá la frialdad de la política y reconducirá tanto el “todos
contra todos” como el mero utilitarismo, deviniendo una verdadera paz y
concordia social, paraíso largamente anhelado por los pensadores ilustrados mas
nunca alcanzado por haber separado una realidad de la otra. El Barroco español
se encarga de unir moral y política, ese pensamiento ha de ser puesto al día
para estar a la altura de la secularización presente. Especialmente en lo que
hace a la necesidad de moralizar la vida pública. El propio Quevedo entiende
que los males del reino son debidos a la aplicación de la política en su concepción
maquiavélica, la política como una técnica para la ampliación del poder. El
remedio está en exigir al Rey o gobernante una vida humana plenaria constituida
por las virtudes morales y las virtudes políticas, el Rey debe ser totalmente
Rey, de sí mismo y de los demás. En el momento en el que el Rey esté sometido a
sus pasiones, sean cuales fueran, ya no es Rey sino súbdito y mal podrá dirigir
y gobernar a otros quien a sí mismo es incapaz de regir. Es de justicia, nos
dice Quevedo, que el Rey pase por lo que ordena a otros pasar, que use en sí el
remedio que a otros prescribe. Pero, en último término, la justificación del
Rey es la imitación de Cristo Rey y para ello debe imitarlo en lo más profundo
de su ser: en la caridad. Cristo se distingue por la caridad y el Rey por la
imitación de la caridad de Cristo. Toda su vida debe ser un servir a otros y
una fatiga constante por el bien de los demás, así será en verdad lo que en
principio posee en derecho. El ser-para-todos-los-hombres de Cristo se descubre
plenamente en el ser-para-todos-los-hombres del Rey. He aquí la perfección de
la política en la moral.
Este volumen cuenta con dos grandes divisiones, ambas
nacidas de la misma obra de Quevedo. En efecto, la Política de Dios atiende a los principios de origen escolástico. En
primer lugar los Principios últimos,
aquellos que dan consistencia a cualquier pensamiento: epistemología,
antropología, política y moral. En segundo lugar los Principios próximos, los que dan concreción al pensamiento. Se
trata de las virtudes cristianas aplicadas a la política: primero las virtudes
teologales y después las cardinales, con un énfasis especial en la Justicia.
Estas dos partes están integradas en un estudio sincrónico más que diacrónico
del pensamiento de Quevedo, pues no se ciñe al estudio de esta obra concreta
del autor sino que enlaza con el resto de sus obras y las relaciones de estas
con el Barroco. Esto hace aún más interesante el presente volumen, porque nos
abre las puertas a un mundo apasionante que para algunos está en lo más
profundo del olvido.
Se agradece la claridad expositiva del texto y la pedagógica
utilización de las citas en el mismo, así como el abundante aparato crítico y
las prolijas referencias bibliográficas. Todo ello hace de esta tesis doctoral
un aporte impagable tanto a la teología,
como al pensamiento político y moral español, como al literario. Nuestras más
sinceras felicitaciones al autor por una obra tan actual y sobre todo tan
oportuna.
Bernardo Pérez Andreo
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