Soret, Jean-Hugues, Philosophies de l’action catholique. Blondel-Maritain, Les Éditions du Cerf, Paris 2007, 482 pp, 13,5 x 21,5 cm (Carthaginensia 25 (2009) 226-227).
La lectura de esta obra es un acto de tradición viva. Los que hemos crecido como cristianos en torno a la Acción Católica tenemos mucho que rememorar en esta magnífica edición de Soret. Nada hay mejor que volver a los orígenes para comprender cabalmente los acontecimientos presentes y poder, por qué no, prever los futuros. Han pasado muchos años desde que se fundara este movimiento en el siglo XIX, y muchos también los sinsabores en la tarea, pero se puede decir que el rastro dejado, el surco abierto y la semilla sembrada ha dado un fruto enorme aunque escondido, don del Espíritu para la Iglesia y el mundo moderno. La semilla ha de morir para dar mucho fruto, aunque éste tenga poca visibilidad, como es el caso del movimiento de Acción católica, especialmente en nuestro país. Por eso, esta obra cobra un valor superior para nosotros, los cristianos españoles, que tantos vaivenes hemos sufrido en los últimos sesenta años. Aún no ha parado el péndulo de la historia entre nosotros, por ello es bueno volver la vista atrás y analizar con detenimiento los acontecimientos que han hecho lo hoy es el cristianismo anémico en el que subsistimos.
En la Europa de finales del XIX se hacía urgente tomar partido social en un mundo en ebullición. Los cambios epocales dejaban atrás todo intento de responder desde preguntas prefabricadas del pasado. Cuando las respuestas llegaban, las preguntas habían cambiado, de ahí la nula acogida de las encíclicas sociales en el ámbito no cristiano. Para los cristianos que llevaban tiempo en el surco, las manifestaciones pontificias venían a incentivar y estimular la acción en el mundo, pero la brecha entre la reflexión y la acción social se hacía cada vez mayor, hasta el punto de la condena de movimientos nacidos para incardinar de nuevo al cristianismo en el mundo moderno. Le Sillon o L’Action Française, son los ejemplos más claros y dolorosos del proceso contra el cristianismo activo. La línea de acción de los papas se centraba en la recuperación de un modelo de cristiandad ya extinto, mediante el rescate de una remozada teoría de los dos órdenes (temporal y espiritual) y de la primacía del orden espiritual y, por tanto, del papa. En ayuda de esto nace un concepto filosófico del mundo que integra sus posiciones sociales. La philosophia perennis constituirá el ariete para la justificación de este dualismo supranaturalista que encubre un interés por el retorno a la Aetas Christiana par excellence. Pero la filosofía del aquinate no podía responder a esta situación. Toda filosofía nace para responder a las aporías de sus circunstancias, así lo hizo Santo Tomás, mediante una síntesis fructífera entre lo antiguo y lo nuevo. Pero el tomismo releído por Maritain no respondía a las cuestiones suscitadas por el mundo, no se encarnaba, sino que intentaba amoldar las preguntas a respuestas prefabricadas. Por el contrario, Blondel, intenta que su filosofía de la acción responda cristianamente a un mundo cambiante. Blondel hizo un esfuerzo por encarnar el cristianismo en el mundo moderno, pero las acusaciones de modernismo y de traición a los principios le hicieron pensar más en profundidad la relación entre el cristianismo y el mundo. La dialéctica entre estas dos obras: Primauté du Spirituel o Antimoderne de Maritain, y L’Action de Blondel, son el motor de esta reflexión que parte de lo concreto de los movimientos de Acción Católica, pero engloba la realidad total de la Iglesia del cambio de época, una apasionante reflexión sobre el hombre, el mundo y Dios en medio de transformaciones brutales de la conciencia social.
El libro está dividido en dos partes. La primera (Corrientes filosóficas en la Acción Católica en Francia, 23-244), más histórica, analiza el proceso de auge y decadencia de la Acción Católica francesa, mediante cuatro capítulos intensos, desde el nacimiento de la Acción Católica de Jóvenes Franceses en 1886 como preludio a la invitación del León XIII en Rerum Novarun de implicarse en la acción social, hasta la condena de la Acción Francesa y el giro introducido por Pío XI en el movimiento de acción social católico. El análisis de las encíclicas de estos años es importante para comprender el interés de la jerarquía por no perder el tren de la historia, pero mantener la influencia y el control sobre la intervención de los cristianos en la esfera pública. Desde los titubeos a la hora de empujar a los creyentes al mundo, hasta el conflicto con los grupos más atrevidos en su intento de ser fieles a los tiempos, desde el “catolicismo social nacido bajo León XIII y el espíritu de reconquista espiritual impulsado por Pío XI” (451). En este marco entran a la disputa dos intelectuales clave para el desarrollo de los acontecimientos. De un lado Maritain, con su tesis de que es posible una nueva cristiandad sobre la base de la distinción tanto del liberalismo burgués y del marxismo, del otro Blondel y su intento de integrar el cristianismo en el mundo moderno a través de la acción concreta en el mismo. En Blondel el primado lo tiene la acción, mientras que en Maritain lo tienen lo espiritual, entendido como remedo de una nueva cristiandad.
La segunda parte se centra en el debate concreto entre Blondel y Maritain en torno al núcleo filosófico de la acción de los cristianos en el mundo moderno y la condena de la Acción Francesa por el papa (245-459). Maritain, después de su conversión, abandona la filosofía de Bergson y apuesta por el tomismo. En esa línea desarrolla una filosofía escolástica que sirve de enganche para una política autoritaria en solidaridad con una nueva cristiandad. Blondel no puede soportar esta solidaridad entre autoritarismo, escolasticismo y cristiandad y propondrá una filosofía de raíces cristianas pero en contacto con un mundo en cambio. En su crítica al, entiende él, pseudo-tomismo, desmonta su autoritarismo, pero también lo que supone el núcleo de su error: la sumisión al objeto en su teoría del conocimiento. Esta sumisión se entiende desde la pasividad del intelecto a la hora de conocer. El problema estriba en una mala comprensión del intelecto pasivo de Santo Tomás. Para él, pasivo no significa que no esté en acción, sino que para estarlo necesita de estimulación. No se trata de que el hombre nada pueda sin el concurso divino, sino que el concurso divino se da a la vez que el humano. De ahí que la acción de los hombres sea, también, reacción al impulso divino. Esta crítica a la esencia de ese pseudo-tomismo lleva al rechazo de todas sus consecuencias, la primera es la tentación de la teocracia como remedo del liberalismo, tesis defendida por Maritain. Mediante el uso de la teoría de los dos poderes, se intenta la vuelta al pasado social, no se responde a las circunstancias actuales y se traiciona la misma necesidad de encarnar el cristianismo.
El debate, apasionante en extremo, puede seguir considerándose actual. Hoy es posible que nos encontremos ante un debate semejante al de hace un siglo, pero hoy, quizás, adolezcamos de falta de vigor a la hora de afrontar el problema. ¿Dónde están los Martain o los Blondel? Hace falta un mayor empuje para volver a hacer carne el cristianismo en el siglo XXI. De Maritain valoramos su pasión por la tradición acendrada del cristianismo, de Blondel su método de enfrentamiento con lo nuevo. De uno y de otro tomamos su pasión por la fe.
Bernardo Pérez Andreo
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