jueves, 16 de agosto de 2012

Denktraditionen im Dialog


Fornet-betancourt, Raúl (Hrsg.), Denktraditionen im Dialog: Studien zur Befreiung und Interkulturalität. Dokumentation des VIII. Internationalen Kongresses für Interkulturelle Philosophie, Wissenschaftsverlag,  Aachen 2010, 319 pp, 15 x 21 cm (Carthaginensia 53 (2012) 255-256).
El presente volumen recoge las intervenciones del VIII Congreso Internacional de Filosofía Intercultural, celebrado en Buenos Aires, Argentina, en septiembre de 2007. La lógica interna que subyace a la temática de la buena vida como humanización del hombre resulta de los debates entre política y ética. No existe una buena vida que no sea una vida buena. La política, como intento de realización de una sociedad justa, necesita el conjunto de valores que la ética, en tanto determinación intercomunicacional de los seres humanos, puede aportar. Sea lo que fuera, la vida humana necesita de ambos elementos para desarrollarse como un proceso de construcción con perspectiva de futuro.
La preguna “quiénes somos como seres humanos” es inseparable de la pregunta por el cómo queremos o debemos vivir. El hombre es el único animal que para subsistir ha de plantearse constantemente la pregunta por el ser de su propia existencia, pues ser hombre es serlo en medio de un mundo organizado para serlo. Pero el mundo de los hombres, el que determina la conditio humana, es un mundo siempre cultural, marcado por las condiciones de la vida, por el modo de enfrentamiento a las cuestiones fundamentales de la existencia, de ahí que la pregunta por la buena vida sea siempre intercultural y que el Congreso se planteara la cuestión de la vida humana desde la perspectiva de la interculturalidad. Son las distintas tradiciones las que deben entrar en diálogo y buscar para encontrar el modo de ser hombres en medio de las esperanzas y fracasos de un mundo cada vez más conectado y cada vez más interdependiente.
La cuestión se plantea en dos niveles de interpelación: la interpelación de la filosofía a las tradiciones culturales y la interpelación, de vuelta, de las tradiciones culturales a la reflexión filosófica. El Congreso aborda principalmente la primera de las interpelaciones, pero en la tercera y última parte hay un reflejo en tres intervenciones de ese segundo nivel de interpelación, el de las tradiciones a la filosofía. Porque cabría preguntarse qué es lo que hace la filosofía cuando toma en consideración cualquiera de sus objetos, como en este caso la herencia cultural. Pero lo que nos ocupa es la primera de las interpelaciones y en este nivel hemos de realizar una revisión de la cuestión antropológica en clave intercultural y con una clara finalidad expresa de contribuir a la orientación ético-política, como prioridad fundamental de nuestro tiempo. La atención del Congreso se centra en “La vida buena como vida humanizada y humanizante”. Ante esto hay una pregunta guía: ¿pueden considerarse las diferentes concepciones de la vida buena que nos trasmiten las grandes tradiciones culturales de la humanidad como las expresiones concretas de un horizontes de sentido ético cuya luz se vislumbra el “telos” de la existencia humana en tanto que vida humanizada con otros y para otros? Pero, a la vez, hay que analizar la cuestión socio-política bajo el interrogante ¿qué peso político pueden tener estos ideales de vida buena en el mundo de hoy si es que no están condenados a una mera orientación individual y pueden inspirar las refundaciones sociales que hemos visto en casos como Ecuador, Bolivia o Venezuela? Pues bien, una vida buena será una buena vida en la medida en que estén atendidas las víctimas de la historia, su demanda de un mundo donde poder vivir sin miedo a las vejaciones de los poderosos. Justicia y verdad deben ser los componentes de toda concepción de vida buena que pretenda ser un camino moralmente aceptable. Lo contrario es pura y simple barbarie, pues al decir de Adorno, no hay vida verdadera en la falsa y esto nos empuja a la crítica constante por otro mundo, no mejor, sino directamente posible para todos.
Tres secciones y 20 intervenciones componen esta obra, reflejo de las intervenciones en el Congreso. La primera de las secciones recoge, bajo el epígrafe La “vida buena” en las diferentes tradiciones de la humanidad, la consideración de las tradiciones asiática, africana, árabe, europea y latinoamericana, dejando como conclusión transversal la idea de que todas ellas son y pretenden serlo, construcciones de la vida para que lo humano pueda existir. No hay ninguna tradición que pretenda ser una destrucción de humanidad, pero tampoco una organización que se base en la injusticia. Son las formas políticas las que llevan a la injusticia, no las tradiciones culturales. Por eso, la segunda sección estudia el aporte que esas tradiciones pueden tener para la organización política actual. Su título genérico es Tradiciones de la “vida buena” y su importancia para la educación y la política hoy en día. Es una riqueza multisecular que nos puede ayudar a crear espacios políticos para una vida buena real más allá de los espacios que la Ilustración abrió en la Modernidad. El peso histórico de la Ilustración ha lastrado las tradiciones como algo del pasado, mitos que no pueden permitir al hombre organizarse, sin embargo no es así, las tradiciones culturales nos aportan valiosas formas de organización que responden más a lo humano que la misma tradición ilustrada. De ahí que la última sección nos dé ciertas pistas del diálogo que puede abrirse entre las tradiciones y el pensamiento político y ético heredero de Grecia.


Bernardo Pérez Andreo

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