lunes, 26 de marzo de 2012

Galileo y el Vaticano


Artigas, Mariano – Sánchez de Toca, Melchor, Galileo y el Vaticano. Historia de la Comisión Pontificia de Estudio del Caso Galileo (1981-1992), Biblioteca de Autores Cristianos, Madrid 2008, 225 pp, 13,5 x 20,5 cm (Carthaginensia 27 (2011) 200-201).
De las muchas luces del pontificado de Juan Pablo II, haber convocado una Comisión de expertos para analizar el caso Galileo es una de ellas, tal vez la que, con el tiempo, dé mejores frutos. Sabido es que uno de los arietes de ataque laicista a la Iglesia es lo sucedido con Galileo, en particular, y la relación con la Ciencia en general. Con razón a sin ella, más bien esto último, se ha utilizado el tan manido asunto con el preclaro prócer de la ciencia en un casus belli para el laicismo y en la excusa perfecta para esconder la pobreza de los argumentos bajo la capa de la supuesta enemistad de la Iglesia con la Ciencia moderna. Con esta obra, fruto de los análisis y esfuerzos realizados por dos insignes profesores, se pone coto, si no fin, a cierta crítica autorizada, la otra, la renuente al conocimiento, sería imposible avenirla a las razones, que las hay y muchas, que los acontecimientos nos muestran. El mito del caso Galileo se ha caído y ahora podemos hacer, tranquilamente, Ciencia y Teología.

Melchor Sánchez de Toca, subsecretario del Consejo Pontificio de la Cultura, es coautor de esta obra que, muy a su pesar, se ha convertido en un homenaje póstumo al teólogo, filósofo y físico Mariano Artigas, fallecido en 2006, cuando la obra ya estaba concluida. Mariano Artigas ha sido, durante varios decenios, maestro de maestros en el difícil encuentro entre fe y razón, entre Teología y Ciencia. Fruto de esta labor investigadora y docente es un arduo trabajo de publicación sobre el tema Galileo, del que esta obra es representante insigne, pues recoge minuciosamente la trayectoria de la Comisión de Estudio del Caso Galileo, aportando material inédito de enorme valor para los investigadores y mostrando críticamente sus realizaciones. Todo esto aporta una luz novedosa sobre el Caso y sobre la posición real de la Iglesia en el mismo.
La obra consta de doce capítulos. Los tres primeros tienen un carácter introductorio y el último conclusivo. A lo largo de los capítulos centrales se desarrollan los sucesivos avatares de la Comisión: reuniones, confusiones, alejamientos, sesiones conjuntas, disputas varias y dudas, muchas dudas. Da la sensación de que la Iglesia, en su conjunto, no sabe qué hacer con temas de estas características y eso se nota en las dilaciones que la Comisión tuvo que realizar; diez son muchos años para llegar a una conclusión, aunque más fueron los que se necesitaron para iniciar el proceso. Sin embargo, todo está redactado de forma ágil y precisa, sin dejarse llevar por ningún sensacionalismo, pero aportando aquella información que realmente nos descubre qué está pasando en realidad. El libro nos pone ante los ojos, la intrahistoria de la Comisión y, al hacerlo, desvela el largo proceso que llevó a que un Papa decidiera poner fin a un Caso que tanto daño hacía a la imagen de la Iglesia y a las relaciones con el mundo actual.
Los tres primeros capítulos nos ponen ante la necesidad de la Iglesia de pedir perdón, como así lo hizo el Papa en el año 2000. Pero pedir perdón, a pesar de los pesares, por haber utilizado la violencia al servicio de la verdad, dice el Santo Padre. No se trata de enjuiciar a las personas responsables antaño, sino de pedir perdón hogaño por las consecuencias que aquellos hechos siguen arrastrando hoy, para así poder iniciar una nueva relación, lejos de las dudas y enemistades del pasado. Esta es la conclusión que obtenemos tras la lectura de los siguientes ocho capítulos dedicados al proceso de una década de la Comisión. Su trabajo sirvió para poner punto final a las especulaciones que no tienen razón de ser. Nadie, hoy, puede afirmar que existan en el Caso Galileo aspectos secretos, manipulaciones o engaños. A los sumo se podría afirmar que sí existe mucha ignorancia en general. En todo caso, como señalan los autores críticamente, cierta presentación del Caso por parte de la Comisión, sigue alimentando el “mito” de Galileo. La Comisión habló de una “incomprensión recíproca” para referirse al Caso y esto alienta más que aplaca a los que siempre encuentran algún motivo para la crítica. ¿Acaso Galileo no estaba en lo cierto y la Iglesia se equivocó al juzgarlo?, pues reconózcase el error propio antes de hablar del ajeno.
La conclusión crítica de los autores a la labor de la Comisión nos permite comprender las limitaciones de la misma, derivadas tanto de la dificultad del problema como de la finalidad de la Comisión, así como los logros, esbozados en varios puntos: en primer lugar promover los posteriores estudios sobre el Caso y alentar a su profundización; en segundo lugar, contribuir a la apertura de los archivos del Santo Oficio para los investigadores, punto clave para evitar las sospechas y recelos; en tercer lugar, clarificar la posición eclesial respecto a la relación entre Ciencia y religión. Todo esto nos permite emitir un juicio muy positivo sobre la Comisión y mejor aún sobre esta obra que el lector disfrutará en todos sus extremos, aunque creemos que la obra bien podría haber sido titulada en su perspectiva futura: Galileo, caso abierto.


Bernardo Pérez Andreo

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