Artigas, Mariano – Sánchez de Toca,
Melchor, Galileo y el Vaticano. Historia de la
Comisión Pontificia de Estudio del Caso Galileo (1981-1992), Biblioteca de Autores Cristianos,
Madrid 2008, 225 pp, 13,5 x 20,5 cm (Carthaginensia 27 (2011) 200-201).
De las muchas luces del pontificado de Juan Pablo II, haber
convocado una Comisión de expertos para analizar el caso Galileo es una de
ellas, tal vez la que, con el tiempo, dé mejores frutos. Sabido es que uno de
los arietes de ataque laicista a la Iglesia es lo sucedido con Galileo, en
particular, y la relación con la Ciencia en general. Con razón a sin ella, más
bien esto último, se ha utilizado el tan manido asunto con el preclaro prócer
de la ciencia en un casus belli para
el laicismo y en la excusa perfecta para esconder la pobreza de los argumentos
bajo la capa de la supuesta enemistad de la Iglesia con la Ciencia moderna. Con
esta obra, fruto de los análisis y esfuerzos realizados por dos insignes
profesores, se pone coto, si no fin, a cierta crítica autorizada, la otra, la
renuente al conocimiento, sería imposible avenirla a las razones, que las hay y
muchas, que los acontecimientos nos muestran. El mito del caso Galileo se ha
caído y ahora podemos hacer, tranquilamente, Ciencia y Teología.
Melchor Sánchez de Toca, subsecretario del Consejo Pontificio
de la Cultura, es coautor de esta obra que, muy a su pesar, se ha convertido en
un homenaje póstumo al teólogo, filósofo y físico Mariano Artigas, fallecido en
2006, cuando la obra ya estaba concluida. Mariano Artigas ha sido, durante
varios decenios, maestro de maestros en el difícil encuentro entre fe y razón,
entre Teología y Ciencia. Fruto de esta labor investigadora y docente es un
arduo trabajo de publicación sobre el tema Galileo,
del que esta obra es representante insigne, pues recoge minuciosamente la
trayectoria de la Comisión de Estudio del Caso Galileo, aportando material
inédito de enorme valor para los investigadores y mostrando críticamente sus
realizaciones. Todo esto aporta una luz novedosa sobre el Caso y sobre la
posición real de la Iglesia en el mismo.
La obra consta de doce capítulos. Los tres primeros tienen
un carácter introductorio y el último conclusivo. A lo largo de los capítulos
centrales se desarrollan los sucesivos avatares de la Comisión: reuniones,
confusiones, alejamientos, sesiones conjuntas, disputas varias y dudas, muchas
dudas. Da la sensación de que la Iglesia, en su conjunto, no sabe qué hacer con
temas de estas características y eso se nota en las dilaciones que la Comisión
tuvo que realizar; diez son muchos años para llegar a una conclusión, aunque
más fueron los que se necesitaron para iniciar el proceso. Sin embargo, todo
está redactado de forma ágil y precisa, sin dejarse llevar por ningún
sensacionalismo, pero aportando aquella información que realmente nos descubre
qué está pasando en realidad. El libro nos pone ante los ojos, la intrahistoria
de la Comisión y, al hacerlo, desvela el largo proceso que llevó a que un Papa
decidiera poner fin a un Caso que tanto daño hacía a la imagen de la Iglesia y
a las relaciones con el mundo actual.
Los tres primeros capítulos nos ponen ante la necesidad de
la Iglesia de pedir perdón, como así lo hizo el Papa en el año 2000. Pero pedir
perdón, a pesar de los pesares, por haber utilizado la violencia al servicio de
la verdad, dice el Santo Padre. No se trata de enjuiciar a las personas
responsables antaño, sino de pedir perdón hogaño por las consecuencias que
aquellos hechos siguen arrastrando hoy, para así poder iniciar una nueva
relación, lejos de las dudas y enemistades del pasado. Esta es la conclusión
que obtenemos tras la lectura de los siguientes ocho capítulos dedicados al
proceso de una década de la Comisión. Su trabajo sirvió para poner punto final
a las especulaciones que no tienen razón de ser. Nadie, hoy, puede afirmar que
existan en el Caso Galileo aspectos secretos, manipulaciones o engaños. A los
sumo se podría afirmar que sí existe mucha ignorancia en general. En todo caso,
como señalan los autores críticamente, cierta presentación del Caso por parte
de la Comisión, sigue alimentando el “mito” de Galileo. La Comisión habló de
una “incomprensión recíproca” para referirse al Caso y esto alienta más que
aplaca a los que siempre encuentran algún motivo para la crítica. ¿Acaso
Galileo no estaba en lo cierto y la Iglesia se equivocó al juzgarlo?, pues
reconózcase el error propio antes de hablar del ajeno.
La conclusión crítica de los autores a la labor de la
Comisión nos permite comprender las limitaciones de la misma, derivadas tanto
de la dificultad del problema como de la finalidad de la Comisión, así como los
logros, esbozados en varios puntos: en primer lugar promover los posteriores
estudios sobre el Caso y alentar a su profundización; en segundo lugar,
contribuir a la apertura de los archivos del Santo Oficio para los
investigadores, punto clave para evitar las sospechas y recelos; en tercer
lugar, clarificar la posición eclesial respecto a la relación entre Ciencia y
religión. Todo esto nos permite emitir un juicio muy positivo sobre la Comisión
y mejor aún sobre esta obra que el lector disfrutará en todos sus extremos,
aunque creemos que la obra bien podría haber sido titulada en su perspectiva
futura: Galileo, caso abierto.
Bernardo Pérez Andreo
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