Berger, Klaus, Los
primeros cristianos. Sal Terrae, Santander 2011, 374 pp, 16 x 23,5 cm (Carthaginensia 55 (2013) 260-262).
El volumen que
publicó Berger en su original alemán en 2008 es más comprensible si se respeta
el subtítulo, perdido en el edición española. Los primeros cristianos, así sin más precisión, puede inducir a
error, puede llevar a pensar que la obra versa sobre aquellos primeros
discípulos de Jesús que se extendieron más o menos por Oriente medio hasta
llegar a Roma. Pero si precisamos que se trata de cómo aquellos primeros tiempos,
años fundacionales, pusieron los
pilares para una religión mundial, la cosa se ve con más precisión. El autor
pretende analizar los hechos históricos desde los textos cristianos en la
perspectiva de la fundación de una religión que llegaría a ser universal a
partir de un pequeño grupo reducido de judíos en la Palestina del siglo I, es
decir, el salto de una secta a una religión mundial, como lo es hoy.
No es de
extrañar, por tanto, que de los diez capítulos de que consta la obra, el
primero lleve por título La hora cero.
¿Años fundcionales de una religión mundial? La propuesta estriba en situar
los cincuenta años siguientes a la crucifixión de Jesús como los años
fundacionales del cristianismo en tanto que religión mundial. Para este
propósito se recurrirá a todos los materiales disponibles, en primer lugar los
bíblicos, pues, según indica Berger, ha pasado a mejor vida la era de la
crítica en la que los textos bíblicos eran, por principio, sospechosos de
exponer acontecimientos no históricos o decididamente irreales. Ahora estamos
en una época que piensa justo lo contrario: los escritores bíblicos nos cuentan
hechos históricos aunque lo hagan con sus propios criterios de historicidad. En
este sentido, será muy importante tener presente la epigrafía, los
descubrimientos arqueológicos y todas las aportaciones de las diversas
ciencias.
Pues bien, tras
los primeros seis capítulos llegamos al séptimo, donde se nos exponen las ocho
tesis de cómo y por qué llegó el cristianismo a ser una religión universal. Son
ocho tesis que el autor demuestra como bases explicativas del éxito de
cristianismo, más allá de la facticidad de los hechos comprobados en el
Imperio: Constantino y Teodosio principalmente. El cristianismo se convirtió en
religión mundial porque en él desemboca todo el caudal de amor de Dios
expresado en los profetas y vivido de forma especial por Jesús. Este amor lo
vivió la primera comunidad como una misión a los hombres, y esta misión es la
que globalizó el cristianismo. Este amor de Dios hasta la misma cruz, lleva a
los hombres a la amistad con los cristianos. De ahí que el evangelio llegue
primero a los pequeños, pobres, esclavos y mujeres oprimidas de la antigüedad,
que se convirtieron a su vez en portadores del mensaje liberador.
Las ocho tesis explicativas
del cristianismo como religión universal tienen una progresividad expositiva
que hace que unas se apoyen en las previas y a su vez las últimas explican las
primeras. Veamos. Primera tesis, con Jesús aparece una figura religiosa
excepcional. Segunda, el cristianismo primitivo fue la irrupción de un
monoteísmo ilustrado que flotaba en el ambiente. Tercera, el cristianismo fue
el descubrimiento de una clase peculiar de misericordia de la religión. Cuarta,
el cristianismo convencía gracias a una ética vivida en coherencia. Quinta, el
cristianismo primitivo era la forma de “asociación” ideal. Sexta, el
cristianismo primitivo era la religión de las mujeres. Séptima, el cristianismo
primitivo era la religión de los esclavos. Y última tesis: los primeros cristianos
fueron los verdaderos comunistas.
Las tesis
expuestas, entendemos, explican así por qué el cristianismo se convirtió en una
religión universal, es decir, capaz de llegar a cualquier cultura, pueblo,
tradición u hombre. Dado que los hombres son, en su mayoría pobres, marginados
y mujeres, el cristianismo, como religión del amor de Dios a los necesitados,
llega a todos sin dificultad. Ahora bien, las ocho tesis no tendrían esa misma
capacidad para explicar el por qué el cristianismo se convirtió en la religión
mundial que ha sido. La explicación a esto hay que buscarla más en la historia
interna del Imperio romano, aquel que utilizó la religión cristiana como medio
para imponer una fe a todo el orbe conocido.
La obra de Berger
es una apuesta diferente en el marco de las aportaciones últimas en relación a
la aparición del cristianismo como religión importante dentro del marco del
mundo antiguo. Dunn, Crossan, Guijarro Oporto o Piñero, han hecho aportaciones
valiosas al tema de esta obra y lo han hecho con una perspectiva distinta y a
veces opuesta. La propuesta de Berger es necesaria dentro del panorama actual
de búsqueda de los años en que el cristianismo deja de convertirse en una mera
secta judía y pasa a tomar peso demográfico y político dentro del Imperio
romano. No tenemos claro que la perspectiva propuesta sea la más coherente con
los datos de que disponemos, pero sí que permite mantener vivo el debate sobre
qué hizo que el cristianismo triunfara en y sobre el Imperio romano. A nuestro
modo de ver es cierto que el cristianismo se extendió entre las clases bajas
del Imperio y lo hizo porque encontraron en él la dignidad que no tenían en el
Imperio, pero no terminamos de ver que el cristianismo fuese la “irrupción de
un monoteísmo ilustrado que flotaba en el ambiente” y que supusiera el
“descubrimiento de una clase peculiar de misericordia en la religión”. Como han
mostrado muchos investigadores, la ética y la misericordia cristiana eran
vividas ya en el Imperio a partir de las asociaciones funerarias donde las
mujeres tenían un papel prominente y en las que las comidas compartidas
representaban el núcleo de un igualitarismo social que rayaba en el comunismo
que Berger atribuye a las comunidades cristianas.
No cabe duda de
que el autor tiene razón cuando afirma que “los chrestiani son una alternativa atractiva desde el punto de vista
intelectual, ético y existencial” y que esta especificidad juega un papel
crucial en su extensión por el Imperio y su conversión en religión mundial. Por
eso, el estudio de los años fundacionales
del cristianismo sigue siendo una tarea a realizar por la investigación
especializada.
Bernardo Pérez Andreo
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