martes, 15 de noviembre de 2011

La cuestión ecológica


Nunciatura Apostólica en España, La cuestión ecológica: la vida del hombre en el mundo. Congreso Internacional sobre Ecología. Actas, Biblioteca de Autores Cristianos, Madrid 2009, 398 pp, 17,5 x 25 cm (Carthaginensia 27 (2011) 198-200).
Si hay una cuestión urgente en los tiempos que vivimos es la de la ecología. El planeta en el que habitamos es el único en el que la vida se ha desarrollado hasta llegar a la existencia de un ser capaz de plantearse las cuestiones fundamentales de su existencia. El hombre, materia autoconsciente, es el responsable de todo aquello que ha sido puesto a su disposición. El mandato del libro del Génesis sigue vigente hoy día, cuidar y proteger es hoy, como ayer, nuestra tarea, tarea que muestra la responsabilidad por el don recibido.
De lo contrario, es muy posible que nos veamos ante un escenario catastrófico: la conversión del planeta azul en un lugar inhóspito e inhabitable para el ser humano. Siendo el planeta el lugar de dominio y gobierno del ser humano, sólo se hará acreedor a tal mérito si lo hace como sirviente de toda la creación puesta a su disposición. Estas cuestiones fueron tratadas en el Congreso Internacional sobre Ecología que tuvo lugar con ocasión de la Expo Zaragoza 2008.
Con acierto, la Santa Sede, por mediación de la Archidiócesis de Zaragoza, estableció un Pabellón propio, fruto del cual surgió este Congreso sobre la cuestión ecológica. Pues algunos pensarían que la Iglesia nada tiene que decir de tales cuestiones, pero basta una simple ojeada al texto para percibir la hondura y la intensidad de una reflexión que concierne a todos los ámbitos académicos. La vida humana no puede darse si no es por el medio natural que la sustenta y este, dado el desarrollo tecnológico y la extensión de la humanidad en estos tiempos, sólo es posible si el hombre toma conciencia de su principal papel en la conservación o destrucción del medio en el que vive. Para tratar esto, el Congreso se subdivide en tres partes: La relación del hombre con el mundo, Ecología de la naturaleza, Ecología humana. Los ponentes, diecinueve, unidos al presidente del Pontificio Consejo Iustitia et Pax, el Arzobispo de Zaragoza y el Nuncio apostólico, conforman un magnífico plantel de intelectuales de distintos ámbitos: teología, filosofía y ciencias, que aportan un valor indiscutible a esta reflexión y que convierten las Actas de este Congreso en un instrumento valioso de consulta y en un manual de las relaciones entre el hombre y su medio natural desde la perspectiva de la Iglesia.
La primera parte del texto coincide con el primer día del Congreso. En él se trató sobre la realidad del ser humano y la del mundo, así como acerca de la relación entre ambos. El hombre no se ha dado la Tierra a sí mismo como medio de vida, sino que le es ofrecido como un don a custodiar y cultivar, que tiene que comprende y estudiar en sus leyes naturales. El ser humano con su razón y su corazón puede descubrir el sentido interno de la naturaleza, que más allá del azar apunta a un fin intrínseco del Universo, para así potenciar el cosmos en su belleza, verdad y bondad, tratando de minimizar el caos como elemento que perturba a los seres vivos.
En la segunda jornada se centró el Congreso en la ecología medioambiental. Las ponencias ponen de relieve que la cuestión ecológica no tiene solución únicamente desde la perspectiva científica y técnica, sino que debe ser iluminada desde la ética. Esta supone considerar la calidad de la relación del hombre con los otros hombres, del reconocimiento del prójimo en su dignidad personal, pero esta depende en gran medida de la calidad de la relación con el resto de seres vivos. Esta relación ha de ser de hermandad, como bellamente expresara el de Asís, pero también de reconocimiento de la relación amorosa que el ser humano debe establecer con su medio. Esta relación ha sido puesta de manifiesto por todas las tradiciones religiosas. Además del Cristianismo, el Hinduismo, el Budismo y el Islam, ayudan a acrecentar la conciencia ecológica y la protección del medio ambiente. Aun siendo diferentes, todas ellas aportan una base común para entender al hombre en medio del medio natural. Cosa distinta, y también abordada en esta segunda jornada, es la necesidad de superar cierto naturalismo que diviniza la naturaleza y minimiza el valor central del ser humano. No puede reducirse el hombre a un mero ser vivo entre otros. El cuidado de la naturaleza tiene sentido si y solo si es para mantener una mejor y más profunda relación entre los seres humanos. La naturaleza es para el hombre y no viceversa, pero para todos los hombres vivos y por vivir. Esto implica que debe ser conservada para las generaciones futuras, además de promover un desarrollo sostenible que evite la degradación del medio natural y la terrible realidad de la pobreza extrema, que es uno de los peores enemigos de la naturaleza.
La tercera parte, fruto de las ponencias de la tercera jornada, se centra en revelar algo que hoy en día queda oculto para muchos: que la cuestión ecológica es, en el fondo, una cuestión antropológica. Esto pone de relieve y significa que solo el hombre conoce y puede reconocer el valor y el sentido internos que tiene el ecosistema, el medio ambiente, los seres vivos y el hombre mismo. La ecología se torna así una ciencia humana y una ciencia sobre el hombre, a la vez, pues el cuerpo humano forma parte íntegra de la estructura ecológica del planeta y esto es algo que muchas veces se olvida. El hombre no puede ser reducido a sus condiciones naturales, pero tampoco puede ser separado de ellas, lo que nos lleva a la necesidad de tener presente la escasez y limitación de los recursos con los que cuenta el ser humano. En un planeta finito, solo los necios o los cínicos pueden afirmar la posibilidad de un modelo de consumo ilimitado. Los bienes naturales son escasos y deben ser correctamente utilizados y repartidos. El planeta Tierra no pertenece a nadie, constituye el hábitat de todos los seres humanos actuales y futuros, de ahí que sobre todos los bienes pese una grave hipoteca, social y generacional. De entre todos estos bienes escasos, el agua lo es de forma especial. El agua, excusa preciosa para la celebración del Congreso, es un bien escaso y cada vez más en peligro. Cuidar el agua, proteger su utilización responsable, aumentar la eficiencia de su uso y asegurar el adecuado acceso de todos los hombres, es una labor insoslayable para un futuro verdaderamente humano en el planeta Tierra.
Este Congreso, reflejado en estas Actas, es un magnífico ejemplo de la aplicación práctica de la Doctrina Social de la Iglesia que pone de relieve la altísima dignidad humana en Jesucristo y el valor eminente de la realidad creada. La revelación divina nos dice que el respeto de la naturaleza solo es posible desde la racionalidad y el amor del hombre hacia el mundo y hacia la humanidad. Solo la conciencia del don recibido nos permitirá mantener la hermosura del medio natural y legar a las futuras generaciones esta maravilla que Dios nos ha dado para establecer entre nosotros y con Él.
Bernardo Pérez Andreo

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