martes, 17 de julio de 2012

Il microcosmos luliano


Pring-Mill, Robert D. F., Il microcosmo lulliano,  Traduzione di Francesco Treccia, A cura di Sara Muzzi, Pontificio Ateneo Antonianum, Edizioni Antonianum, Roma 2007, 180 pp, 17 x 24 cm (Carthaginensia 50 (2010) 451-452).
El presente volumen es una traducción al italiano de la obra de Pring-Mill, especialista en el pensamiento de Ramón Llull, El microcosmos lul.lià. Esta obra se publicó originalmente en catalán en 1961 en Palma de Mallorca y representa el intento de poner el pensamiento luliano en el candelero de la reflexión sobre uno de los representantes más importantes pero menos conocidos del pensamiento que abre camino desde la Edad Media hasta la Moderna. Ramón Llull puede ser considerado como un verdadero visionario que aspiraba a unificar la humanidad en la cristiandad, en parte consolidando la unidad de la Iglesia, en un momento de divisiones y herejías, pero sobre todo convirtiendo a los no cristianos a la fe católica. Pero lo que le hace un verdadero moderno, e incluso más que moderno, es su intento de encontrar un arte de decir la verdad que fuera más práctico que teórico y que sirva de base para el arte práctico de la conversión y la salvación.

Pring-Mill se propone exponer sintéticamente el pensamiento del mallorquín a un público amplio, no sólo a los expertos, de ahí que la obra no resulte tediosa y difícil, sino muy al contrario, ágil y amena, a pesar de mantener en todo momento la tensión filosófica y teológica de un pensamiento profundo y meditado. La obra consta de tres partes, cada una dividida en capítulos, trece en total. La primera parte Punti di vista (33-55), consta de tres capítulos en los que se sitúa el pensamiento luliano en su contexto, tanto el ambiental como el reflexivo, para así introducir la visión luliana del hombre como microcosmos, idea que da título a la obra completa por ser lo más nuclear de su pensamiento. Desde aquí, Llull sitúa al hombre como punto de partida de toda reflexión posible, de esta manera los lugares comunes en el pensamiento de la época situarían la doctrina cristiana, en especial la concepción trinitaria de Dios y la Encarnación, como el verdadero contexto de un pensamiento que tiene en Aristóteles y Platón a los dos verdaderos orígenes de toda reflexión. El cristianismo sería el verdadero pensamiento que sobrepujaría tanto al hebreo como al musulmán. Así, desde la misma base del pensamiento común se llegaría a una apologética no dogmática.
La visión medieval es el título de la Segunda Parte (59-102). En seis capítulos se expone el común de la visión medieval del mundo y del hombre. Esta visión está marcada por un pensamiento de origen neoplatónico y de estructura cristiana que busca la salvación por medio de la creación. Los núcleos fundamentales de esta visión serían seis: la naturaleza considerada como una escala donde las criaturas están graduadas en una estructura jerárquica que guiaría al hombre hasta el creador; la antigua teoría de los cuatro elementos (aire, aigua, terra, foc) adaptada a la visión medieval cristiana que representa los elementos del mundo cambiante sublunar; la esfera celeste como una representación de las maravillas del creador en el mundo constante supralunar, integrando la astrología con ciertas observaciones astronómicas; una estructura numérica del cosmos, reflejo de la medida con la que Dios realizó la creación, en donde la famosa tetractys griega tiene el punto culminante; la numerología como medio de conocer los constructos del universo, especialmente desde el número divino de la trinidad; y, por último, la relación entre microcosmos y macrocosmos, una relación orgánica que permite explicar tanto la creación como la salvación.
La Tercera parte (103-137) expone La visión luliana en tres capítulos y un epílogo. Aquí se ve cómo es que el mallorquín supone el máximo exponente de un pensamiento que ya no es medieval pero que tampoco es del todo moderno, bien diríamos que es casi postmoderno. Su base es netamente agustiniana, ante todo por su fijación en la Trinidad como estructuración de toda la reflexión. Esto le lleva a una visión del mundo como correlativo: Dios, mundo y criatura se correlacionan, de modo que todo es ternario y correlativo. Materia, forma y concordancia, nos permiten comprender el ser de lo creado; obrante, obrado y obrar, explican la acción de Dios en el mundo; y Dios, criatura y operación, nos permiten comprender el modo de relación entre todos los elementos. Nos encontramos ante un universo correlativo e integrado.
El volumen se completa con una miscelánea luliana de investigaciones publicadas en los últimos veinte años y la interpretación de las doctrinas de Raimondo Llull. A esto se une una magnífica bibliografía italiana y una introducción de Michela Pereira que nos sitúa en la contribución de Pring-Mill a los estudios lulianos.

Bernardo Pérez Andreo

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