lunes, 3 de agosto de 2015

¿Caritas in veritate?

Martínez Hernández, Mª Carmen, “Caritas in veritate” y el compromiso por el trabajo y el desarrollo humano. Diputación de Córdoba, Córdoba 2011, 215 pp, 14 x 24 cm (Carthaginensia 56 (2013) 470-471).

Como es sabido, la primera y única encíclica social del pontificado de Benedicto XVI, nace para conmemorar una de las encíclicas sociales más importantes, Populorum progressio de 1967. Aquella encíclica fue un hito por poner el desarrollo integral humano como clave para la comprensión de la realidad social y económica de la humanidad. Si la economía se justifica es porque es capaz de producir desarrollo de los hombres y desarrollo del hombre, de todos los hombres y de todo el hombre. Al cumplirse los cuarenta años de su publicación, imitando así el gesto de Quadragessimo anno con Rerum novarum, el Papa quería tener la oportunidad de poner al día aquel magnífico pensamiento incluyendo cuestiones que entonces apenas apuntaban y que hoy son de candente actualidad: la ecología, la superpoblación, el desarrollo biogenético, etc. Pero resultó que estalló la mayor crisis del capitalismo desde 1929 en 2007 y la encíclica hubo de ser pospuesta. Quizás por no esperar más, se publicó en 2009, en medio de la más grave de las crisis económica, social y humana que se recuerda en Occidente.

La obra de Martínez Hernández intenta recuperar esa valía que sin duda tiene la encíclica: plantear una crítica profunda mediante una visión conjunta del modelo de desarrollo dominante para corregirlo de forma concertada y a largo plazo. Según ella misma indica, el documento pontificio recoge la postura del Papa ante la crisis, sus repercusiones sobre los más desfavorecidos del planeta y ratifica el compromiso con quienes padecen los efectos de la crisis.
La obra se centra en el estudio de Caritas in veritate desde la dimensión del desarrollo humano integral. Por eso realiza una introducción a la lectura de la encíclica desde sus mismos presupuestos y desde el compromiso de la Iglesia con la situación de los hombres de hoy. El motor de la reflexión es la búsqueda de la verdad en el amor, porque la verdad sin amor, es decir, sin la concreción en el día a día, o el amor sin la verdad, sin las bases que dan sustento a un proyecto humano de largo plazo, dejarían al hombre abandonado a los proyectos distópicos que lo han atrapado a lo largo del cruento siglo XX. La propuesta que enmarca las relaciones sociales es la civilización del amor, imagen del proyecto trinitario para el mundo. Dios se da a los hombres por medio de su Hijo y en Él reciben la salvación plena. La encarnación es la concreción más visible de ese proyecto de amor de Dios para los hombres.

Sin embargo, llevar a la práctica el proyecto de amor trinitario implica que la sociedad se organice de una determinada manera, con unos criterios claros: la justicia y el bien común como principios rectores que dirijan la sociedad desde una economía solidaria, donde cada cual realice aquello que deba y reciba aquello que necesite. De aquí nacerá el verdadero desarrollo integral de la humanidad, de la aplicación de estos principios.
La encíclica pone en primer plano el problema del trabajo y su distribución, junto con una nueva visión de la empresa. El Papa denuncia la falta de respeto a los derechos de los trabajadores y sus consecuencias inmediatas, como el riesgo de desprotección social y la crisis demográfica, pues la crisis económica ha generado la destrucción de derechos obtenidos durante largo tiempo, derechos que aseguraban que las personas estuvieran protegidas, tanto en su vida presente como en el proyecto de crear una familia y generar nueva vida. Cuando los derechos no se respetan, se producen situaciones que claman al cielo. El empobrecimiento de los trabajadores mediante el desempleo o el subempleo, devalúan el derecho a un sueldo digno y a la seguridad tanto del trabajador como de su familia.

Por otro lado, el mismo concepto de empresa debe ser modificado para ir hacia una concepción que la supedite al bien común. La empresa no es un lugar para obtener beneficios, sino para generar riqueza social. El empresario, atento al bien común, debe entender su actividad dentro de un proyecto mayor de servicio social, lo que contribuirá a crear las condiciones para que sea un lugar  humano. Hay que romper la división tradicional entre empresas que producen beneficio y las empresas sin ánimo de lucro. Todas las empresas deben tener como objetivo la producción de un bien social y dejar el beneficio como un mero instrumento para obtener el verdadero objetivo.

Los graves problemas de la crisis actual deben ser insertados dentro de un marco de crisis moral, según el Papa, que explica los males desde perspectivas más amplias. El Papa denuncia la cultura económica y empresarial dominante y propone un cambio de mentalidad, de corazón, una conversión personal de empresarios y trabajadores. Esa cultura imperante es la que ha eliminado la esperanza cristiana, y de ahí la caída en una crisis de tales dimensiones. Caritas in veritate aporta, en medio de un mundo desesperanzado, carente de caridad y de justicia, la esperanza de que la humanidad puede progresar por medio de una comprensión integral del hombre y sometiendo la economía al orden de la gracia, es decir, a la justicia y el bien común.


Bernardo Pérez Andreo

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